sábado, 30 de julio de 2011

Capítulo 7: El Río Támesis

Estaba dispuesta a contarle mi historia, había conseguido ganarse mi confianza. Su pasado no era fácil de contar y esas cosas no se cuentan a cualquiera. Eso era lo que me había dado fuerza, saber que había confiado plenamente.

-Bueno, no sé por dónde empezar -dije dubitativa -es una tontería comparado con lo tuyo.

-Prefiero que sea una tontería, nunca le desearía a nadie una cosa así.

Tragué saliva, me estaba poniendo nerviosa y no sabía por dónde empezar.

Cuando me decidí empecé a contarle desde mi traslado a Londres, ocultando algunos detalles. Todavía no tenía suficiente confianza como para contárselos, aunque presentía que algún día lo haría.

-Mi padre antes de crear la empresa, trabajaba en una pequeña discográfica española, y algún fin de semana tocaba el piano en eventos importantes. Su trabajo solo le mantenía ocupado durante la jornada laboral.

<< Cuando llegaba a casa, lo primero que hacía, incluso antes de saludar a mi madre -sonreí al recordar eso -iba al piano, donde yo estaba esperándole para empezar a tocar. Podíamos pasarnos horas en aquel taburete.

<< Pero al llegar aquí todo cambió. Sus jornadas eran más largas y al principio me quedaba esperándole, pero desistí con el tiempo.

<< Para no sentirse culpable, me apuntó al conservatorio, pero no se daba cuenta de que, aparte de hacerme sentir libre, lo que me gustaba de la música era que lo teníamos en común.

<< Al principio de apuntarme al conservatorio él mostraba algo de interés por lo que aprendía, pero con forma fue pasando el tiempo no me prestaba ni la más mínima atención. Incluso, a veces, llegó a decirme que tocar por disfrutar era una manera de perder el tiempo -las lágrimas comenzaron a asomarse al recordar esas palabras y recordar que para él había llegado a ser su pasatiempos preferido -Y en ese momento fue en el que me di cuenta de lo que ocurría, no podía dejar que eso me ocurriese a mí, la música para mí esa una forma de liberarme, alejarme de los problemas y de transmitir lo que yo siento, y no un trabajo. No quiero que la música pase a ser lo mismo que para mi padre. -me callé durante unos segundos para después finalizar mi relato -Me prometí que nunca volvería a tocar el piano.

-No sé qué decir...

-No hace falta -me quedé pensativa -¿sabes? A veces, cuando estoy en mi cuarto encerrada escucho a mi padre tocar y me pregunto si lo que me dijo realmente lo pensaba.

Llamaron a la puerta. Era mi padre y Tom

Giré rápidamente la cabeza para secarme las lágrimas que todavía no habían caído y que las vieran.

-Lo siento, Carrie, ¿interrumpimos algo? -preguntó mi padre.

¿Perdona? ¿Carrie? Que pasa que yo no existo ni estoy en esta habitación, porque por lo que ha dicho daba esa impresión. La verdad que no sé de qué me sorprendo es mi padre, pasa de mi, qué más puedo esperar de él.

-No, Alejandro, no nos has interrumpido -dijo Carrie remarcando ese "nos" porque al parecer ella también se había dado cuenta.

-Vale, entonces nos vamos ya -se acercó al escritorio mientras nosotras nos levantábamos para recoger sus cosas -os acerco a vuestra casa -les propuso.

-No hace falta -contestó Tom

-Sí, os acerco para algo eres el que va a aumentar mi fortuna -y se rió. Y él le correspondió con otra carcajada, pero me dio la impresión que era nada más por seguirle la corriente.

La verdad que yo no veía donde tenía la gracia. Humor de gente de negocios, jamás lo comprenderé.

Bajamos en el ascensor hasta el garaje donde nos montamos en el coche de mi padre. Al principió hubo tensión y mi padre se encargo de empeorarla. Empezando a hablar del tema tabú y encima doble.

-He estado pensando que debería retomar las clases de piano -y ahí está el primer tema tabú pero no conforme con eso, creo que tenía ganas de ponerme de mal humor continuó -te será útil cuando empieces a trabajar conmigo.

Otra vez con el tema... ¿nunca se cansará de escuchar la misma respuesta? Yo creo que no.

-Y tú deberías replantearte en volver al gimnasio, que se van notando las cervezas de la tarde ¿no crees? -y finalicé esa frase con una sonrisa de superioridad, que él me devolvió.

-Te estoy hablando en serio...

-No si yo también -le corté

-¿Me vas a dejar hablar o te quedas aquí mismo y te vuelves andando? -me dijo casi gritando. Las caras de los dos hermanos eran de sorpresa y la mía de cansancio. Asentí con la cabeza -Pienso que deberías retomar las clases y te he encontrado a un profesor que estaría dispuesto a darte clases sin cobrar.

Eso no me sonaba nada bien. Que estaría tramando mi padre y de donde habría sacado a alguien que quiera darme clases y sin cobrar. Yo desde luego no lo haría.

-¿Quien?

Giró la cabeza y miró por un momento a Tom. ¿Por qué mira a Tom? Pero si...Oh no, no no no, eso sí que no. 

-Tom, a que es estupendo -dijo mi padre.

Me giré hacía él con una mirada de odio que yo habría saltado por la ventanilla del coche. Carrie me miro intentando calmarme y me hizo un gesto para que respirase hondo.

-Sí, estupendísimo -dije con ironía. Claramente no lo iba a permitir. No iba a saltar a mi promesa y menos con Tom como profesor. -No se para que te molestas en buscar, sabes que no volveré a tocar un estúpido piano en la vida.

-Eso ya lo veremos -dijo aparcando delante de la casa de los hermanos y estos se bajaron lo más rápido posible para huir de esta situación de tensión que había formado mi padre.

-Lucía otro día nos veremos y seguimos hablando -dijo antes de marcharse.

Volvió a arrancar el coche, y con ello, empezó de nuevo la discusión. 

-No ves que vas a echar tu futuro a perder solo porque te has encaprichado en ser veterinaria -comenzó.

-No es solo un capricho -contraataqué.

-Eso es lo que piensas ahora, todavía no sabes lo que quieres hacer en la vida. Ahora estás en la etapa en la que te parece todo muy bonito, todo te entra por los ojos -Paró para coger aire -pero realmente no sabes lo dura que es la vida. Tú no estás hecha para eso, no vales, crees que sí pero la verdad y la realidad es que no.

Estaba empezando a sentirme mal, ¿de verdad no servía para nada o es lo que él quería que creyese para tenerme en su empresa? Sea cual sea su finalidad me estaba haciendo sentir como la última mierda, una incompetente, que no era nadie en esta vida y nunca llegaría a serlo.

Las lágrimas se acumulaban, pero no iba a dejar que me viese así, no podía mostrarle mi debilidad.

-Sabes que en tu vida lo único que se te ha dado bien ha sido la música, aprovéchalo y dedícate a ello. Podrías llegar a ser como yo -aparcó delante de nuestra casa -e incluso alguien más importante.

No me podía creer lo que me estaba diciendo, todo por lo que yo había dejado la música es lo que mi padre pretendía que fuera.

-No, no, no -empecé a decir en susurros, mientras negaba con la cabeza -No -dije más alto -JAMÁS -le grité ya en la cara.

Abrí la puerta del copiloto y después de salir cerré dando un portazo. Me fui alejando del coche en dirección contraria a mi casa.

-Lucía ¿dónde crees que vas? -gritó mi padre para que le escuchara.

-Necesito estar sola -y mi padre hizo un gesto dándome a entender que no me escuchaba y me fui acercando a su posición mientras gritaba -QUE NECESITO ESTAR SOLA.

Los ojos cada vez se me inundaban más en lágrimas, necesitaba pensar y conociéndole como le conozco sabía que se pondrá a tocar el piano para hacerme entrar en razón, pero lo que no sabía es que conseguiría todo lo contrario.

-Eso también puedes hacerlo en casa -dijo cuando ya estaba a su altura -es más, es lo que siempre haces, encerrándote en tu cuarto.

-No lo entiendes papá -dije aún con los ojos llorosos -lo que quiero es alejarme de ti.

Y tras una mirada de odio me alejé de él. Cuando estuve lo suficientemente lejos, mis lágrimas, sin mi consentimiento, empezaron a descender por mis mejillas dejándome ver a penas el camino por el que iba. Todos los que pasaban a mí alrededor se quedaban mirando.

No sabía hasta donde iba a llegar, lo único que hacía era a girar en las esquinas sin parame a pensar en cuál era mi destino. Tampoco me importaba, yo quería alejarme de mi padre y poder pensar con claridad. Por el camino sus palabras retumbaban en mi cabeza, haciendo que volviesen esas lágrimas que había conseguido que cesasen.

Sin darme cuenta, me encontraba al lado del Big Ben que estaba abarrotado de turistas haciendo fotos hacia todas partes.

Me acerqué hasta el río para ver como el agua corría siguiendo su curso.

Ya sabía cuál iba a ser mi destino. Seguí caminando a la par del río para alejarme de esa zona de turistas. Cuando llegué a una zona poco transitada bajé por la rampa que llevaba hasta donde estaban los barquitos amarrados.

Busqué algún sitio donde poder sentarme y al final lo encontré. Me senté al borde, con los pies colgando hacia el Támesis, casi rozando el agua.

Me quedé mirando fijamente el agua recordando esas palabras de mi padre que tanto me habían dolido. Sabía que no le gustaba la idea de que estudiase veterinaria, pero no que fuese capaz de hacerme sentir así solo para conseguir lo que él quería

Pero lo que él no sabía es que no lo iba a conseguir, no iba a dejar que mi padre mandase sobre mí toda mi vida, no voy a permitir que él organice mi vida a su antojo y menos, que tomase las decisiones por mí. Iba a conseguir que esas palabras que habían salido por su boca se las tragase, convirtiéndolas en algo incierto y poco probable.

Iba a luchar por lo que quería y lo iba a conseguir. Porque ahora mismo iba a comenzar a tomar las riendas de mi vida o por lo menos iba a luchar por ello.

Me levanté de donde me encontraba y fui en busca de algún transporte que me acercara a casa porque el cielo se estaba cubriendo de nubes y no tardaría mucho en ponerse a llover.

Mientras iba caminando me topé con una cabina telefónica y una persona se me pasó por la cabeza. Mi madre. Busqué en los bolsillos pero el móvil me lo había dejado en casa, pero lo que sí me encontré fueron unas cuantas monedas y no me lo pensé dos veces.

Me metí dentro de la cabina e introduje todas las monedas que tenía, que no eran muchas. Me tendría que volver andando, pero ahora mismo necesitaba más hablar con mi madre que el transporte.

-¿Sí? -contestaron al otro lado del teléfono.

-Hola mamá.

-Ah...hola -dijo un poco sorprendida -no esperaba que me llamases ¿Qué tal va todo por allí?

-Como siempre -dije triste y mi madre lo notó.

-¿Qué ha pasado? Te noto triste.

Le conté todo lo sucedido hacía escasas horas con mi padre, sin omitir ningún detalle.

-Hija, no le hagas caso, sigue tus estudios, haz tus decisiones y comete tus propios errores. Tú padre se dará...

-No me hagas esperar tanto -se escuchó una voz masculina al otro lado del teléfono.

Mi madre no contestó pero si se le notó que se le agitaba la respiración, se escuchaba desde aquí.

-¿Quién es? -pregunté.

-Lucía, tranquila, solo es...

-Pi, pi, pi. Si desea continuar hablando introduzca más monedas -dijo la máquina.

-¿Qué? No tengo más monedas -grité mientras la golpeaba con el teléfono.

martes, 26 de julio de 2011

Capítulo 6: Lo echaba de menos


-Lo echas de menos ¿verdad? -dijo Carrie casi en un susurro. 



Abrí los ojos rápidamente para encontrarme con los de Carrie. Ella estaba esperando una respuesta, pero no sabía exactamente a lo que se refería.

-¿Cómo? -pregunte extrañada.

-Echas de menos tocar el piano y ahora que lo escuchas, aún más -dijo bastante convencida.

Y no le faltaba nada de razón, lo he echado de menos pero no podía faltar a la promesa que un día me hice.

-No -le contesté seca.

No es que no quisiera reconocerlo, pero no tenía la suficiente confianza como para contárselo, y parecía que era buena chica, pero es un tema del que no me gusta hablar, ni si quiera mi madre sabe nada sobre ello.

-No te conozco de mucho, pero sé que me estas mintiendo, sé que en realidad te mueres por entrar ahí, quitar a mi hermano de un empujón y ponerte a tocar.

¿Tan fácil de leer soy? Si ella que me conocía de un día podía saber eso de mí, que sabrían los que me conocen de más tiempo. ¿Mi padre se podía dar cuenta de eso? ¿Se había parado durante el tiempo suficiente como para darse cuenta de lo que quería?

Le miré y estaba a su trabajo, como siempre, pero esta vez tenía justificación.

Dejé de darle vueltas y me centré en que contestarle a Carrie, que seguía observándome. Si tan obvio era para ella por la seguridad con la que lo había dicho, no merecía la pena negarlo.

Así que ya que lo admitía, por lo menos lo haría con un poco de humor.

-Bueno, yo no habría tirado a Tom solo por eso -y comencé a reír.

-¿Lo admites?

-Si

Sí, lo había admitido. Había admitido que desde hace bastantes años me moría por sentarme en el taburete delante del piano y comenzar a sentir la música fluir de mis dedos.

Me quedé extrañada por no haber escuchado un "¿Por qué?" que proviniese de ella y de ella y como libro abierto que soy para ella, lo notó.

-No necesito saber la razón, sólo quería saber más de ti -me dijo aclarando mis dudas.

-Lo siento pero es que no te conozco de mucho y para mí es un tema difícil de hablar -le aclaré.

-Creo que hoy vamos a estar bastante tiempo juntas -dijo señalando a la cabina donde se encontraba su hermano -y para que pierdas esa desconfianza que tienes en mí te contaré algunas anécdotas.

Me estuvo contando algunas anécdotas de cuando iba al colegio, no podía para de reír. Cada vez me sentía más a gusto y con más confianza y yo también participaba contando algunas de las mías. Nos lo estábamos pasando bien.

Me di cuenta de que en todas las historias que me contaba le faltaba algo. Un padre. Y como soy tan estúpida, no se me ocurre otra cosa mejor que preguntar por él. En cuanto lo hice su semblante cambió y me dijo casi en un susurro:

-¿Podemos ir a un sitio más privado? No creo que a alguno de ellos -dijo señalando a todas las personas que había a nuestro alrededor -le importe lo que te voy a contar.

Asentí con un simple movimiento de cabeza.

Nos encaminamos hacia el despacho de mi padre y todo ese trayecto estuvimos en silencio. Me dio tiempo suficiente para sentirme culpable por sacar ese tema y como una mierda porque iba a hacer que hablase de ello.

Llegamos al despacho al despacho y nos sentamos en los sillones que tiene enfrente del escritorio y debajo de todos sus premios obtenidos.

-Supongo que después de contarte lo que te voy a contar tengas la suficiente confianza como para contarme tú por qué -dijo forzando una sonrisa -sé que necesitas contárselo a alguien para desahogarte.

-No hace falta que me lo cuentes si no quieres -e ofrecí.

-Pero yo quiero hacerlo y por favor te voy a pedir que no me interrumpas.



FLASHBACK (POV Carrie-6 años)



Era un día especial, desde hacía una semana que no veía a mi padre. Cuando yo todavía no había nacido, a mi padre le trasladaron a una fábrica al norte del país y solo venía a Londres los fines de semana.

Esa semana había sido mi cumpleaños y ese día lo celebraba con mi padre. Ya era mayor, ya tenía 6 años. Sería día de padre e hija. Solo nosotros dos.

Me dijo que íbamos a celebrarlo fuera, que me llevaría a un parque muy grande. No el mismo parque de siempre que estaba al cruzar la calle desde la puerta de mi casa. Me llevaba al Hyde Park.

Era un secreto y mi padre me hizo prometer que no se lo contaría a nadie. Yo cumplí mi promesa.

Cogimos el coche para poder llegar hasta allí y cuando aparcó sacó una cesta del maletero. Me alegró bastante, haríamos un picnic en el parque, siempre había querido hacer uno y mi padre lo sabía.

Estuvo toda la mañana jugando conmigo a juegos sin sentido, me contaba cosas graciosas y jugamos al escondite.

Me tocaba a mí ir a buscarle y me apoyé contra un árbol para contar hasta 10.

1, 2, 3, escuchaba como los pasos de mi padre se iban alejando, 4, 5, 6, ya no podía escuchar nada, solo los pajaros moviéndose por las ramas que había sobre mí, 7, 8, 9, oía los gritos de los niños que jugaban a la pelota.

-10, escondidos o no allá voy -grité sonriente.

Cuando me giré pude ver como un bulto se movía detrás de un banco. Sonreí triunfante, había conseguido pillarlo

Salí corriendo hacia él y cuando lo tuve delante me tiré encima de él.

Me empecé a reír como una loca y mi padre me acompañó con su risa mientras me hacía cosquillas. Me cogió en brazos para llegar hasta donde se encontraban nuestras cosas y me tendió algo en la mano:

-¡Para ti, preciosa! -era una simple piruleta de corazón pero no tardé en abrirla y metérmela en la boca. -Ahora te toca escóndete bien si no quieres perder.

En cuanto se dio la vuelta para contar, yo miré al frente. Delante tenía el banco donde mi padre se acababa de esconder. A mi izquierda era zona de césped y a lo lejos algún que otro árbol y a mi derecha tenía un parque infantil.

Vi que había un tobogán de los que abajo tienen una casita y, en ese instante, decidí que ese iba a ser mi escondite.

Me metí por la puerta que había debajo de las escaleras y me senté a esperar a que mi padre me encontrase. Desde fuera no se me vería ni un pelo, pero seguro que me encontraba.

Desde mi posición se podía ver a un niño jugando con la tierra y a su madre regañándole para que no se metiese la mano en la boca.

Pasaban los minutos y mi padre no me encontraba. Mi único entretenimiento era aquel niño, observarle mientras esperaba a ser encontrada.

Cada vez era más de noche y refrescaba un poco pero yo aguantaría, no me iba a rendir. El niño levantó la cabeza y nuestras miradas se cruzaron, se acerco a mí.

-¿Qué haces ahí tirada y sola? -me pregunto ese niño.

-Estoy jugando al escondite y todavía no me han encontrado. Soy buena escondiéndome -dije riéndome -¿Ha visto a un señor buscando?

-No

-Jeremy, hijo, recoge todo que se hace de noche y nos volvemos a casa -se escuchó a su madre.

-Adiós -me dijo el niño y se marchó.

Ahora sí que estaba sola, ya no tenía con que entretenerme, esperaba que mi padre me encontrase rápido porque cada vez hacía más frío y quería ir a casa ya.

Decidí salir de mi escondite, se había convertido en algo aburrido. Me dirigí hacia donde tendrían que estar la cesta y todas nuestras cosas, pero no había nada.

Giré sobre mí misma para comprobar si no me había confundido de sitio, pero no lo había hecho, ahí es donde habíamos estado todo el día. A mi alrededor no había nadie. Ya había oscurecido y no distinguía nada. Me empecé a poner nerviosa. Empecé a caminar por a explanada de césped. Me acerqué a la zona de árboles, se escuchó el ruido de unas ramas crujir y salí corriendo de allí.

Tenía miedo, estaba sola en un parque enorme y no sabía cómo volver a casa. Intenté buscar una salida que diese a la calle, pero por el camino se acercó a mí un bulto que hablaba cosas sin sentido. Estaba aterrorizada, las lágrimas caían por mis mejillas y no sabía si volvería a ver a mi familia.

Corrí sin ninguna dirección en concreto, no sabía qué hacer, las lágrimas inundaban mis ojos y no me dejaban ver, el cielo ya se había vuelto negro por completo y las nubes no me dejaban ver la luna.

Noté como una gota impacto en mi cabeza, y luego otra. En un momento ya no me quedaba ni una parte de mi ropa seca. Busqué el parque infantil para resguardarme de la lluvia, allí por lo menos no me mojaría más.

Estaba tiritando hacía viento y al tener la ropa mojada la sensación de frío era mayor. M acurruque en la esquina de la casita a esperar que parase de llover o que alguien me encontrase.

Me quedé dormida y lo primero que recuerdo al despertarme es escuchar la voz de mi madre gritando, una sirena de policía de fondo y mi hermano intentando consolarla.

Abrí los ojos y me encontraba en una camilla portátil en el mismo lugar, tapada por varias mantas. Veía a mi madre gritarle a un policía y mi hermano sujetándola por detrás para calmarla. El policía se marcho y mi madre se derrumbó en el suelo. Agudicé el oído y escuché como decía entre sollozos:

-Tom, nos ha abandonado, nos ha abandonado -más llantos y palabras tranquilizadoras por parte de mi hermano -ha dejado sola tu hermana en un parque, no le bastaba con dejarnos...

Se dio cuenta de que me encontraba despierta y vinieron a abrazarme. De nuevo comencé a llorar, mi padre nos había abandonado.



FIN FLASHBACK



Mientras contaba la historia no había parado de llorar, no sabía qué hacer para consolarla e hice lo primero que pensé, me acerqué a ella y la abracé con todas mis fuerzas.

-Lo siento -le susurré al oído

-No pasa nada, ya lo superé.

Me sentía mal, ella me había contado eso y en comparación con lo mío, lo mío era un juego de niños.

Capítulo 5 : Invitaciones

Era lunes y hoy era festivo en el instituto, lo que suponía quedarse en casa todo el día sin tener nada mejor que hacer que no sea estar en el ordenador o ver la televisión.

Mi madre todavía no había llegado de su viaje de negocios, llamó ayer para avisar de que alargaría su viaje porque había surgido un problema con el cliente, aunque no escuché la conversación entera si pude escuchar los gritos que pegaba mi padre. Estaban discutiendo por enésima vez y eso ya se estaba volviendo como rutina, y todo esto era peor desde lo que pasó.

Mi padre entró en mi cuarto intentando hacer el menor ruido posible, pero no sé por qué si a lo que venía era a despertarme. Era bastante temprano para estar de festivo, pero me levante sin rechistar y bajé a desayunar.

En la mesa había un plato de tortitas y lo primero que me pasó por la cabeza fue: "uyy malo, algo quiere" porque mi padre en la vida había hecho un desayuno más elaborado que unas simples tostadas. Y la verdad que no me equivocaba mucho.

-Hija, tengo que comentarte una cosa- dijo mientras me sentaba delante del plato.

Lo sabía, sabía que quería pedirme algo...mi cabecita nunca fallaba.

-Dime -le respondí con poco interés.

-En la discográfica -mi cara cambió, todo giraba en torno a ello -hemos decidido organizar una entrega de premios, ya que dentro de dos semanas la empresa cumplirá 10 años. Tenemos pensado invitar a todos los artistas que han pasado por nuestras manos y premiarles por sus logros.

-Y ¿qué tengo yo en relación con eso?

-Me tienes que ayudar a hacer todas las invitaciones. Me acaba de llamar la secretaria para decirme que está enferma y no podrá venir en unos días.

-¿Quieres que haga todas la invitaciones de todos los invitados?

-Sí, serán unas 500 invitaciones y no las harás tú sola, yo también las haré en los momentos que tenga libre -dijo como si fuese poca cosa.

-Ah, bueno, si solo son 500 me quedo más tranquila -dije con ironía.

Terminé de desayunar y nos fuimos de camino a hacer esas dichosas invitaciones. ¿Por qué se tenía que poner mala la secretaria justo hoy? Era mi día libre y me lo tenía que pasar escribiendo invitados en un sobre y metiendo la invitación en él.

Llevábamos menos de la mitad y no habían pasado ni 3 horas haciendo las malditas invitaciones, y eso de que mi padre me ayudaría, no se por qué me lo creí porque hizo 10 y se largo, asique ahí estaba yo haciendo invitaciones en el despacho de mi padre y como único sonido el tic tac del reloj, era desesperante.


2 Horas más tarde

397, 398, 399, 400 y me fui a tomar un descanso. Encendí el ordenador, fui cliqueando en carpetas y llegué a los videos de Tom. No sé como llegue hasta ellos, fue un acto inconsciente. ¿Por qué querría ver videos de alguien a quien no aguanto y él no me soporta a mí? Pero no lo quite, me quedé viéndolos.

Con cada video que veía me impresionaba más su voz y eso no era bueno, yo le odio. La verdad que parecía que un principio me equivoqué con el prototipo pero después esas miradas que me lanzaba no me gustaron mucho. No parecía arrogante ni que tuviese el ego por las nubes pero no me gustó para nada la forma en que me trató.

Se escuchó cómo se abrió la puerta y yo me asusté y cerré todas las ventanas del ordenador lo más rápido posible e hice como que seguía con las invitaciones. Tras la puerta apareció mi padre y pensé "Bien, viene a ayudarme por fin" pero me equivocaba y lo único que hizo fue decirme que si venia alguien a preguntar por él que le indicase que se encontraba en el estudio.

Cuando se largó me puse de nuevo a escribir sobres, cuanto antes lo retomase antes terminaría y por fin podría irme a seguir con mi día aburrido en otro lugar.

Mientras mi padre no estaba, si no llamaron 15 veces no llamaron ninguna y a mí solo me quedaban 7 para terminar cuando llamaron de nuevo.

Ya estaba cansada de decir que estaba en el estudio y tener que dar indicaciones a todo el que pasaba por aquí.

-¡Está en el estudio y si no sabes donde esta pregunta a otro! -y después pensé que mi padre se enfadaría si se enterase de esa vordería y añadí -¡Que yo tampoco lo sé!

Pero debe de ser que no se lo grité lo suficientemente alto porque aún así entró. Y justamente tenía que ser él quien entrase.

-Si estás así conmigo por lo del Sábado lo...

-Sí pero no me interesa lo que me tengas que decir, mi padre está en el estudio, ya puedes irte. -y le hice un gesto con la mano indicándole que se marchara.

-No, espera, lo siento de verdad -me dijo con cara de pena -no te la tiré encima a posta, se me escurrió de la mano y...

-Ya...bueno ya te puedes ir.

Se dirigió a la salida pero antes de traspasar la puerta se giró.  

-No sé cómo llegar hasta el estudio, es la segunda vez que estoy aquí y no me acuerdo de cómo llegar

Estuve por indicarle mal y que se perdiera por los pasillos de aquel edificio tan grande, pero no se que vi en su cara, tal vez lo que expresaban sus ojos, que me hizo ser amable con él y con eso no es que ya me callase bien, le seguía odiando.

-Espera unos minutos fuera a que acabe con esto y te acompaño

Se fue y tardé poco en terminar mi trabajo. Cuando llegué a las últimas vi que también estaba el invitado y yo. Me llamó la atención que hubiese invitación para mi, como si no viviese con él y no me pudiese avisar.

Salí del despacho y ahí se encontraba él esperándome para que le guiase por el pasillo.

-Mi hermana está en la entrada, viene a acompañarme.

-Vale -dije muy seca.

Pasamos por la entrada para que Carrie viniese con nosotros y una vez llegamos al estudio mi padre nos dejó quedarnos en la parte donde estaba la mesa de mezclas y desde allí podíamos escuchar como empezaban a grabar para probar los sonidos y que rumbo cogería el disco que grabasen.

Tom comenzó a tocar el piano y mi padre se giró para mirarme con una sonrisa en la boca. Sabía lo que estaba pensando y a mí no me hacía ninguna gracia.

Cerré los ojos y dejé que la música entrase en mi cabeza llenando cada recoveco.

-Lo echas de menos ¿verdad? -dijo Carrie casi en un susurro.

domingo, 24 de julio de 2011

Capítulo 4: La cena


-Lucía, ya podemos irnos –me dijo mientras yo me quitaba el resto del maquillaje que se me había corrido.



-Pero...¿no me los presentas?¿No han aceptado el contrato?- pregunté

-Si, han aceptado pero quedan algunos detalles por ultimar y hemos quedado en el restaurante, la Sr. Fletcher tenía que ir a recoger a su hija.

Yo seguía detrás del escritorio y mi padre mientras me hablaba se fue acercando hasta llegar a él y darse cuenta de que el ordenador estaba encendido.

-¿Por qué está encendido?- me preguntó con curiosidad señalando al ordenador.

-Mientras hablabas con ellos he estado viendo algunos videos -dije nerviosa.

-¿Has visto el de Thomas Fletcher?

¿Y ahora que le contestaba? Si le decía que sí, le llevaría a pensar cosas que no son, pensaría que me estoy interesando por el negocio e insistiría más en el tema, y eso era algo que no quería o se mosquearía por haber hurgado en sus cosas. Y si le decía que no, la verdad que no encontraba ningún inconveniente, solo que le mentiría pero eso era lo que menos me importaba.

-No –le mentí.

-Qué pena, es el chico con el que vamos a cenar. Me recuerda a ti cuando tocabas el piano.

Con este comentario note como las lágrimas volvían a llenar mis ojos pero esta vez no las deje escapar, por lo que le dedique una sonrisa por si tenía alguna sospecha de que hubiese llorado y salí.

Cuando íbamos en el coche, había un incómodo silencio hasta que mi padre decidió romperlo.

-¿Sabes lo que me dijo cuando le dije que tocaba muy bien el piano?

-No –dije pesadamente porque sabía perfectamente lo que había dicho y sino algo similar a lo que yo pensaba.

-Me dijo: “yo no toco bien, solo acaricio las teclas”. Cuando me dijo eso no me lo podía creer. Era lo que siempre me habías dicho tu, lo recuerdas –como no me iba a acordar de ello, se lo habría repetido un millón de veces –fue como si me lo dijeras tú.

Lo que de verdad me sorprendió y emociono era que él se acordara de eso. Con esa contestación me dejo ver al padre que tanto había echado de menos en todos estos años. Pensé que mi padre estaba cambiando, pero enseguida descarté esa opción.

Cuando llegamos al restaurante me sentía nerviosa, y no sabía el por qué. Quizá por lo que me había hecho sentir el video de ese chico.

Entramos y el encargado nos llevo a la planta donde se encontraba la zona de mesas reservadas. Allí había más intimidad, eran como una especie de salas en las que había sillones blancos en forma de L y una mesita baja. Al fondo se encontraba la mesa donde cenaríamos, que se separaba de la zona de los sillones por un biombo, pero de momento nos sentamos en los sillones y esperamos a que llegaran.

No tuvimos que esperar mucho ya que en unos minutos pareció el metre acompañando a tres personas. Yo me levante y me quede quieta en el sitio, mi padre se acerco con una sonrisa a saludar.

Cuando se acercaron, la que yo suponía que era su hermana, me miraba con unas sonrisa resplandeciente, la madre me miró pero enseguida desvió la mirada hacia mi padre que se estaba acercando, Thomas desvió los ojos hacia mí pero tan rápido como me había mirado bajo la mirada.

Parecía tímido y no encajaba con el prototipo que yo había imaginado. Normalmente casi todos los músicos con los que había cenado eran extrovertidos. Por primera vez pensé que mi padre me había dicho la verdad y me iba a gustar como persona.

-¡Hola Sra. Fletcher! –dijo mi padre dándole la mano a cada uno de ellos.

-Por favor, llámame Debbie –dijo ella con una sonrisa tímida.

-Me parece bien –dijo sonriendo y entonces me llamó para presentarme –Este es Thomas nuestro nuevo talento, su madre Debbie –y se giró para dedicarle una sonrisa –y su hermana Carrie.

-Hola – me saludaron todos a la vez mientras me daban la mano uno por uno.

-Prefiere que le llamen Tom –dijo Carrie a la vez que se reia. Su hermano la miró intimidantemente con lo que consiguió que dejara de reírse.

Nos sentamos en la mesa y mientras nos traían la comida empezaron a hablar del contrato. Carrie estaba sentada a mi lado y ya que no formábamos parte de esa conversación, emprendimos la nuestra propia.

Empezamos a hablar de lo típico, el tiempo, pero enseguida enlazamos con el colegio, amigos, las cosas que nos gustaban…cosas sin sentido como hablar de política y después pasar a hablar de nombres de perros. Quien nos escuchase nos llamaría locas.

La cena estuvo entretenida y pareció ser que los padres también se divirtieron ya que decidieron tomarse unas copas. Nosotros nos fuimos al sillón para charlar tranquilamente, sin preocupación de decir algo que los padres no pudieran oír.

Carrie y yo seguíamos hablando de música y Tom no abría la boca salvo que se le preguntase. He de decir que Carrie me sorprendió con un tema que no me esperaba en absoluto.

-El otro día cuando estuvo grabando mi hermano para la prueba, tu padre nos dijo que tocabas el piano y no sé si puedo preguntártelo pero… ¿Por qué dejaste las clases?

Resople, no le podía decir la verdad, la conocía desde hacía solo unas pocas horas y no sabía cómo iba a reaccionar así que me invente una escusa.

-Cada vez me ocupaba más tiempo y mis notas eran bajas, así que decidí dejarlo. –dije con poca convicción.

-Pero dijo que no has vuelto a tocarlo desde entonces, algo más pasaría para que lo dejases de esa forma.

-Es una historia larga de contar y no creo que sea el momento.

-Para mí no creo que haya razón suficiente para dejar de hacer lo que más te gusta. –Esta vez era Tom quien hablaba y parecía indignado.

-Yo también pensaba lo mismo hasta que encontré el motivo. No quiero decir que no lo eche de menos, cada vez que acariciaba las teclas… -al decir eso, la expresión de Tom cambió. –me sentía libre, era una sensación de felicidad, se me olvidaban todos los problemas con solo tocar una nota. Pero me prometí que nunca más iba a tocarlo.

Después de que yo dijera eso nos quedamos en silencio, uno de esos silencios en los que nadie sabe que decir para romperlo.

Me quedé mirando en la pared recordando esa sensación, cuando noté que algo húmedo llegaba a mí. Me quedé sorprendida en un primer momento al no saber que es lo que era. Fui girando la cabeza hasta la zona que tenía mojada. Levanté la cabeza poco a poco de mis piernas para encontrarme un rastro sobre encima de la mesa de un liquido marrón. Terminé de levantar la cabeza para encontrarme con la cara de preocupación de Tom. Si, era su copa la que había llegado a mis piernas.

Me sentía enfadada, disgustada, enojada, cabreada, malhumorada, irritada, indignada, encrespada y todos los demás sinónimos que podáis encontrar.

-Bueno, vale que no te caiga bien, que me odies o lo que quiera que sientas con respecto a mí, pero creo que no era necesario que me tirases la copa encima no crees –le grité y cada vez mi tono de voz era más alto.

-Yo…lo siento mucho –dijo casi en un susurro.

Durante un instante me planteé si debolbersela con la misma moneda y tirarle la mía encima o simplemente pasar de él, dudo que volviese a verlo. Así que así hice, me senté de nuevo en mi sitio, pero de lo que no se libró fue de mi mirada amenazante y de odio.

No dio tiempo ni a que se produjera de nuevo un silencio, porque a los segundos aparecieron nuestro padres.

-Parece qe habéis hecho buenas migas –dijo mi padre a lo que respondí mentalmente “Aish si tu supieras”

-Sí, es verdad –dijo Debbie -¿De qué estabais hablando?

-Nada interesante –contestó Carrie con una falsa sonrisa

-Podríais salir juntos alguna vez… -comentó la madre de Tom.

-Sí, a mí me gustaría, podríamos salir algun día –dijo Carrie

-Buena idea, así la invitais y no estáis tan solos en la casa que os compré, si a ella le parece bien claro.

-Sí, claro –dije.

Mire a Tom pero desde que su madre me había invitado el miraba el otra dirección. No sabía si eso quería decir que no le hacía mucha gracia que yo fuese. Me estaba juzgando sin conocerme, y todo por haber dejado la música por lo que yo creería que era una buena razón.

Se estaba haciendo tarde y mi padre decidió que era hora de marcharse. Nos despedimos y Carrie me dio su teléfono para poder quedar.

Cuando llegué a casa me puse frente al espejo para quitarme el maquillaje. Mientras no podía parar de pensar en Tom, su voz, su pelo, esos ojos en los que me había perdido viendo el video, su sonrisa aunque esa noche no la saco, pero si pude verla en una ocasión.

Paré, ¿qué me pasaba?, ¿por qué pensaba en ese chico?, ¿me gustaba o simplemente era un capricho?... Ninguna de las dos, me dije a mi misma.

Me cambie y me fui a la cama, caí rendida y me dormí en un instante.

sábado, 2 de julio de 2011

Capítulo 3: El video


No le hice caso, siempre me los vendía igual de bien y siempre acababa decepcionándome, lo que de verdad me sorprendió fue que no mencionase el tema de mi futuro.
 
La mayoría de las veces que nos dirigíamos a su oficina o a una cena de este tipo, sacaba el tema con la frase que ya me sé de memoria “fíjate bien en como manejo la situación, tienes que ir aprendiendo para cuando tu heredes la empresa”.

No soportaba esa frase, cada vez que la decía acabábamos en discusión a no ser que yo me callase y asintiese, aunque esa no solía ser mi reacción.

Y como él no dijo nada yo tampoco saque el tema porque ¿para qué? Para que yo acabase llorando y el con una sonrisa en su cara porque sabía que iba a acabar haciendo lo que él quería. No gracias.

No es que me desagradase este negocio, es más, cuando era pequeña me habría encantado seguir sus pasos. Todo lo relacionado con la música lo adoraba, era mi pasión y mi padre lo sabía. Desde muy pequeña he ido a clases de guitarra y piano, más tarde fui añadiendo instrumentos a la lista e incluso llegue a ir a clases de canto. La profesora siempre me recibía contenta y de buen humor, decía que nunca había visto a una niña tan pequeña a la que la apasionara tanto la música.

Pero llego un momento en que lo aborrecí, no porque no me gustara, sino por mi padre. Cada vez tenía menos tiempo para mí por la discografía, empezó a cambiar, llegaba tarde a casa, de mal humor y ya no le apetecía escuchar las canciones nuevas que había aprendido y desde ese momento deje las clases y me dije a mi misma que nunca sería como él. Aunque muchas veces me apetezca seguir tocando.

No quería que mi futuro acabase siendo así. Desde fuera parecería de alguien afortunado y que puede tener todo en la vida. Pero no lo era, esto me había hecho comprender que no todo lo que se necesita es el dinero. El dinero te puede ayudar a comprar la felicidad, y a veces también, puede acabar con ella.

Nuestro caso era ese. Podíamos tener todo lo que quisiéramos, pero yo ya nunca tendría lo que necesitaba. Un padre y dudo mucho que ahora lo recuperase.

Un portazo me saco de mi ensimismamiento. Me di cuenta de que habíamos llegado ya. Nos encontrábamos en el garaje de la empresa y por lo que vi, mi padre no era el único que se preocupaba más por su trabajo que por la familia. Sentí un alivio demasiado egoísta por no ser la única que estaba viviendo esa situación, pero a su vez me entristeció.

Los dos nos dirigíamos hacia el ascensor para subir a la última planta, donde se encontraba su despacho o su segunda casa. Aunque yo diría que primera para él.

Fuimos todo el largo camino en silencio hasta su queridísimo despacho y me dijo:

-Espera aquí, enseguida vengo a por ti, os presento y nos vamos a cenar al restaurante que tengo reservado.

-Vale –dije no muy contenta porque aquí comenzaría otra aburridísima cena de negocios.

Me senté en la silla de cuero de mi padre y empecé a husmear en su escritorio. Como siempre lo único que tenía encima de la mesa eran papeles. Nunca había querido tener fotos de nuestra familia, realmente creo saber el porqué, pero nunca lo había entendido. La hipótesis que más me convencía era que lo único que quería tener en el trabajo eran cosas de trabajo, nada relacionado con la familia. No sabía si para no distraerse o para qué, pero prefería no saberlo.

Otra de mis hipótesis era que no quería ninguna foto, pero eso no podía ser posible ya que tenía las paredes llenas de fotos con todos los que había lanzado al estrellato. Algunos de los más conocidos que se encontraban eran Coldplay, U2, Busted…

Me iba paseando mientras que observaba las fotografías que tenía colgadas en la pared, a más de uno lo conocía por las mismas razones por las cuales iba a conocer a este chico, en este momento me di cuenta de que ni siquiera sabía su nombre. Nunca había tenido tanta curiosidad, no era normal en mí.

Me metí en el ordenador de mi padre y busque el organizador, siempre tenía ahí apuntadas las cenas y citas, y ahí estaba él, Thomas Fletcher. Mi padre también solía tener una carpeta con las grabaciones que les hacía para ver si eran buenos o no y después de un rato la encontré y por supuesto me puse a verlo.

Se veía el estudio de grabación que estaba dos plantas más debajo de donde yo me encontraba, había un piano en medio y frente a él, un chico rubio con ojos de color marrón y para nada moreno de piel. Mientas observaba como se preparaba para empezar, mis pensamientos fueron “no es el prototipo que había pensado pero seguro que cuando salga a la luz millones de chicas perderán el culo por él”, me esperaba una noche larga.

Cuando se sentó en el piano se oyó una voz que decía “ya puedes empezar” y se comenzó a escuchar una melodía armoniosa preciosa. Me recordó que yo también había sido capaz de producir esa música y no puede evitar que se me callera alguna lagrima por mi mejilla. A esa melodía se le añadió una voz para la que no encontré calificativo alguno para describirla.

Note como se abría poco a poco la puerta y cerré el video lo más rápido posible, me levante y me dirigí a la ventana mientras me secaba las lagrimas con la mano. Mi padre se asomo por la puerta.

-Lucía, ya podemos irnos –me dijo mientras yo me quitaba el resto del maquillaje que se me había corrido.