domingo, 8 de enero de 2012

Capíulo 16: No soy necesario ni útil.


Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiento tardar tanto, pero es que cuanto más tiempo tengo menos hago T.T Pero bueno he vuelto y este capitulo es más largo de lo normal! Espero que os guste y que me dejeis comentarios =)


Correr, solo pensaba en eso. Mi mente no me dejaba llegar más allá. Hacía frío y yo solo llevaba un chándal. No es que corriese por gusto, pero tampoco sabía porque corría ni hacia donde iba. Mis piernas iban solas, sin yo mandarles ninguna orden.

No era la única que corría, algo venía detrás de mí. Era de noche y no podía distinguir qué era ni quién era. Solo veía una sombra entre la oscuridad de la noche.

Entonces me di cuenta de que esa persona, porque era una persona, me perseguía. Decía mi nombre, pidiéndome que parase y que dejase de escabullirme. Yo no le hacía caso y seguía corriendo, aumentando la velocidad.

La zona la reconocía, había estado allí antes. Estaba en la parte antigua, no había ni un alma por aquellas calles solitarias a excepción de algún que otro vagabundo. Pero lo que me había dado la pista para reconocer ese lugar era un cine. Era antiguo y lo reconocí de cuando estuve la última noche allí, después de una de las peores noches y esperando a que Carrie hubiese escuchado mi mensaje y viniese hacia allí.

Lo pasé de largo adentrándome en uno de los tantos parques que había en Londres. El hombre ya estaba casi pisándome los talones, me estaba alcanzando y mi corazón y pulmones iban a estallar. Me faltaba el aire y el corazón no daba a basto.

Lo sentía a medio metro de mí, ya casi me podía tocar. Intenté gritar pero de mi garganta no salió ni un solo ruido. Abría la boca lo máximo posible preparando mis cuerdas vocales para gritar de nuevo, pero nada.

No sabía quién había puesto esa piedra ahí, pero caí de bruces contra el suelo y el hombre se tiró encima de mí, atrapándome con fuerza.

-Ya te tengo hija –dijo él.

El grito que pegué lo debió de escuchar todo el vecindario, y no solo ese sino todos los anteriores. Esa misma pesadilla o similar me llevaban acechando toda la noche. Cada vez que cierro los ojos para dormir me viene a la cabeza.  Intentaba obligar a mi subconsciente a cambiar esas imágenes.

-Tranquila, es solo una pesadilla –me decía Tom cada vez que me despertaba sobresaltada.

Cada vez que lo hacía me quedaba sentada en la cama, con una enorme dificultad para respirar, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón y lo que más mal me hacía sentir era que cada vez que pasaba eso, despertaba a Tom.

Le estaba dando la peor noche de su vida, no le dejaba dormir a gusto y cuando él ya había conciliado el sueño ya estaba yo para despertarle.

Miré la hora en el despertador que tenía Carrie en su cuarto. 4:37.

-Lo siento- le dije a Tom. No podía soportar ver su cara de adormilado, intentando tranquilizarme. Se notaba que no podía casi ni hablar, pero ahí estaba él para relajarme.
-No te preocupes –me dijo con los ojos achinados por el sueño – lo único que quiero es que tu estés bien, me da igual que tenga que pasar varias noches en vela.

Volvía a posar mi cabeza en su pecho dispuesta a dormirme de nuevo, con sus dedos recorriendo mi espalda y con su dulce voz cantándome una nana como a una niña pequeña. Me encantaba su voz y eso me hacía volver al sueño más profundo.


Cuando desperté, aún con los ojos cerrados, busqué a Tom entre las sabanas y no lo encontré. Abrí los ojos para buscarle por toda la habitación, pero tampoco estaba. El corazón se me aceleró. El estar sola me daba miedo, mi mente comenzaba a maquinar contra mí, poniendo sombras de personas donde no las había, voces donde no deberían escucharse y pasos donde no bebería haber nadie.

Bajé las escaleras despacio, no se escuchaba nada en la planta baja hasta que un ruido de cacharros me acabó de asustar por completo. Casi me caigo por mitad de las escaleras y al ir a agarrarme a una de las barandillas acabé yo sola con el silencio.

Apareció Tom en mitad del pasillo con una taza de café en las manos y su sonrisa en la boca.

-¿Qué haces sentada en las escaleras? –dijo medio riéndose.
-Nada, solo apreciaba la moqueta de las escaleras de cerca- le dije yo con ironía. -¿Tu que creer? Por casi me caigo.
-Lo siento- dijo entre risas. Me agarró de la mano y me levantó llevándome hasta el refugio de sus brazos- ¿Me perdonas?- y me da un ligero beso en los labios.

¿Cómo no le iba a perdonar a esa sonrisa y con ese hoyuelo que se le formaba? Era imposible no hacerlo.
Yo seguía disfrutando entre sus brazos y de sus besos cuando la cerradura que tenía Tom a sus espaldas comenzó a sonar. Tom me miró un poco perplejo dejando claro que no esperaba que nadie viniese a su casa. Por la puerta apareció una melena bastante reconocible para nosotros y me aparté lo más rápido posible de su hermano y Tom me volvió a juntar a él, abrazándome de nuevo.

-Está claro que me tendría que haber pensado mejor el dejarla venir aquí a vivir –farfulló aunque Carrie le escuchó perfectamente seguro. –¡Siempre tan oportuna!

Intentaba separarme de él, no quería que Carrie nos viese de esta forma, pensaría cosas. Vale que estuviese en lo cierto, pero no me apetecía aguantar sus peguntas, en ese momento desde luego. Aunque al final conseguí deshacerme de sus brazos, Carrie se dio cuenta.

-¡Aissh! –vino corriendo a abrazarnos a ambos –sabía que todo acabaría bien. Solo hacía falta un pequeño empujoncito –levantó repetidamente sus cejas en dirección a Tom.

Tom sonrió y se fue a la cocina tirando de mí y perseguido por su hermana. Mientras seguía preparando cosas en la cocina, hay que ver lo que le gustaba a este hombre la cocina, yo metí la pata como ya estaba volviendo costumbre.

-La verdad, es que no fue difícil conven… -comenzó a decir Tom y ¿adivináis quién le interrumpió y la cagó?
-La verdad –hice hincapié en esa palabra- es que te estás confundiendo, entre tu hermano y yo no ha pasado nada y no creo que pase.

Momento de tensión en la sala. Tom dirigiendo su mirada hacia mí, que en un principio era de incomprensión pero pronto pasó a enfado, la de Carrie que nos miraba alternativamente pensando que había metido la pata hasta el fondo, y yo deseando a que la tierra me tragase lo antes posible.

Él tiró el paño de cocina hacia la encimera y con furia, le faltaba tirarse de los pelos, estaba empezando a ponerse rojo.

-En serio, no te entiendo –dijo alzando la voz y señalándome -¡de veras que no te entiendo!

No conseguía sacar ninguna contestación que arreglase los daños que había causado, solo me limitaba a mirarle, con los calores del nerviosismo que subían por mi espalda y con los ojos que se negaban a soltar una lágrima pero que estaban allí, detrás de ellos.

-Está claro que cuando pasa la tormenta, Tom ya no es necesario ni útil- dijo mientras se iba.

Me quedé mirando al hueco de la puerta por la que había salido. Las piernas me temblaban de la impotencia que sentía por dentro. El querer pero no ser capaz. Me apoyé en la encimera y poco a poco me fui deslizando por ella hasta caer rendida en el suelo.

Sentía que últimamente todo lo que hacía y decía estaba mal, no hacía nada a derechas y la gente sufría por mi culpa. Yo no quería que todo fuese así y lo tendría que arreglar como buenamente pudiese.

Carrie me zarandeaba mientras que yo estaba en mi mundo y en un click, como cuando un anclaje llega a su postura adecuada, mi mente se activó. Me levanté deprisa y subí las escaleras a toda velocidad. Intenté abrir su puerta pero la había cerrado con pestillo. Sí, la había cagado.

Di golpes a la puerta esperando que no se hubiese puesto a escuchar música y me escuchase. No respondía pero sabía que me había escuchado. Noté como se había echado sobre la puerta y se oía ligeramente su respiración.

-Tom, abre, por favor- le supliqué. Sin respuesta –no quería decir eso…

Escuché como se alejó de la puerta.

-Por favor, no te vayas de la puerta. No es verdad lo que has dicho, si que te necesito – y volvió. –Yo no… no… por favor abre, no le voy a hablar a una puerta –y una nota se coló por debajo de la puerta, “No voy a abrir” decía y se la devolví –claro que vas a abrir.

Se volvió a alejar. “Va a ser que si que voy a tener que hablar con la puerta” pensé.

-Tom, no puedo decir que te quiero porque es una palabra muy fuerte para mi, todos a los que he querido me han fallado o me han acabado haciendo daño, no puedo permitirme una persona más. También es muy pronto para saber que siento por ti. Solo sé que estoy a gusto contigo y no necesito más. Ahora mismo no puedo pedir más. –me quedé pensando, no sabía que más decirle para que abriese la maldita puerta y decirle todo esto a la cara, sabía que lo estaba consiguiendo pero no llegaba a ser suficiente para él. –Sé que no es una excusa para lo que ha pasado ahí abajo, no debería de haber dicho lo que he dicho… Lo siento.
No podía parar de pensar que la había cagado, que siempre lo hacía y que no iba parar de hacerlo. Me quedé esperando un rato más por si abría la puerta pero no pasó nada. Ya no era impotencia lo que corría por mi cuerpo, era rabia. Rabia de mí misma, por ser como era, por no ser capaz de decir todo lo que sentía, por tener que ocultarlo todo por vergüenza de esos sentimientos y porque por una vez en la vida había conseguido tener a alguien en mi vida que cuidaba y se preocupaba de mí y lo iba a perder con unas estúpidas palabras que ni siquiera sentía.

Le pegué un puñetazo a la puerta para desatar esa rabia que me carcomía por dentro.

-Joder, Tom, lo siento ¿vale? Yo no quería esto… -me senté en el suelo apoyando la espalda en la puerta mientras las lágrimas caían por mis mejillas –por favor, abre la puerta –le volví a suplicar –por favor.

No conseguía parar de sollozar, me obligaba a parar pero no lo conseguía.

(POV Tom)

No sabía cómo podía haber pensado que ella sentía algo por mí, yo solo era el chico que la consolaba cada vez que algo iba mal. Esos besos solo eran por agradecimiento, no sentía lo mismo que yo. Solo había sido un peluche al que achuchar cuando iba algo mal, un juguete que le sacase una sonrisa.

Pegué un portazo a la puerta, esto no podía ser peor. Le había dado todo lo que tenía. ¡Le había ofrecido mi casa! No podía parar de dar vueltas a la habitación intentándome hacer creer que lo que había pasado era una espejismo.

La puerta casi se cae abajo de todos los golpes que estaban dando, no sabía quién y seguro que era mi hermana para consolarme, esperando a que yo abriese el pestillo. Me acerqué a la puerta y me senté apoyándome en ella.

-Tom, abre, por favor- me suplicó Lucía –no quería decir eso…

No quería hablar con ella, no ahora mismo. Me levante y fui hacia el escritorio rebuscando entre todos los papeles que tenía encima. Escribí en un papel que había encontrado “No voy a abrir”.

-Por favor, no te vayas de la puerta. No es verdad lo que has dicho, si que te necesito – me quedé mirando la puerta –Yo no… no… por favor abre, no le voy a hablar a una puerta –y deslicé la nota por debajo de la puerta y la misma nota volvió a pasar por debajo de la puerta –claro que vas a abrir.

Escuché como bufó al otro lado. No iba a abrir la puerta

-Tom, no puedo decir que te quiero porque es una palabra muy fuerte para mi, todos a los que he querido me han fallado o me han acabado haciendo daño, no puedo permitirme una persona más. También es muy pronto para saber que siento por ti. Solo sé que estoy a gusto contigo y no necesito más. Ahora mismo no puedo pedir más. –apoyé las manos y la cabeza en la puerta. No me podía creer lo que estaba saliendo por su boca –Sé que no es una excusa para lo que ha pasado ahí abajo, no debería de haber dicho lo que he dicho… Lo siento.

No me quiere o no lo sabe todavía pero si le gusta al igual que a mí pasar el tiempo juntos, todos los ratos que hemos pasado a solas, aunque sean pocos eran sin complicaciones. Dos chicos hablando, riendo, contando anécdotas, tocando el piano…

Puede que ella se pensase que no sabía por lo que estaba pasando y que no fuese capaz de ponerme en su piel y saber todo lo que estaba sufriendo, pero sí que lo hacía y por eso, para mí eso sí que es una buena excusa y un buen lo siento.

Le pegó un puñetazo a la puerta, se tendría que haber hecho daño.

-Joder, Tom, lo siento ¿vale? Yo no quería esto… -se calló por un momento se empezó a escuchar sus sollozos –por favor, abre la puerta –volvía a suplicar –por favor.

Me separé de la puerta, mirando el pestillo que estaba en el manillar. Lo abrí esperando que ella no se hubiese ido de la puerta y ahí estaba, sentada en el suelo. Se levantó como pudo a la vez que se quitaba las lágrimas.

Se tiró a mis brazos, abrazándome con todas sus fuerzas mientras que no paraban de salir por su boca las palabras “lo siento” repetidamente.

Agarré su cara entre mis manos y fue ella quien buscó mis labios, fue ella quien los capturo y fuimos los dos quienes disfrutamos de ese beso.

-Lo siento- me volvió a repetir.
-Para de disculparte – le dije.
-Por muchas veces que lo diga nunca será suficiente –no tenía razón, pero se puso nerviosa de repente y me imaginé que tenía algo que decirme.
-Suéltalo –puso cara de “me han pillado”- lo que estas pensando, puedes decírmelo.
-No quiero que te enfades, pero… -se tomó su tiempo –no quiero que estemos juntos, solo quiero estar como ahora, a gusto. No hace falta etiqueta, solo quiero esto.- y señaló con la mirada refiriéndose a nuestro abrazo.
-Me parece bien –se quedó perpleja. ¿En serio pensaba que me iba a enfadar por eso? Era lógico que ahora mismo no quisiera, después de lo que acababa de pasar. Sabía que tendría que ir ganándome su confianza poco a poco. Más bien hacer que ella ganase su confianza. –No necesito etiqueta, como tú has dicho, solo necesito esto.

(POV Carrie)

Desde abajo se escuchaba todo el jaleo que estaba formando Lucía con la puerta pero cuando dejé de escucharlos supe que ya estarían besuqueándose por toda la planta de arriba.

Sonó el timbre de la casa y me fui hasta la puerta.

-Aish que buena Celestina soy –iba diciendo hasta llegar a la puerta y sin mirar por la mirilla abrí.

Debería de haber mirado por la mirilla antes de abrir porque lo que se me apareció en la puerta no debería de haberle abierto.

-¿Dónde está mi hija? –me preguntó y me echó a un lado con fuerza y comenzó a buscar por la casa.