No me voy ni a disculpar por tardar tanto, porque ni yo recuerdo cuando fue la última vez que subí ni de qué había escrito en el capítulo anterior. Si alguien sigue leyendo... ¡¡GRACIAS!! Espero que os guste =)
(POV Carrie)
No debería haber abierto la puerta sin mirar antes por la mirilla, pero tampoco debería de haber dejado la puerta abierta y haber cerrado en cuanto había visto quién era. No, con todo por lo que estaba pasando Lucía en estos momentos, no era bueno que le viera. Con lo que había hecho no sabía ni cómo era capaz de aparecer su padre por esa casa. Ya no tenía ningún derecho sobre ella.
Pasó por mi lado y buscó por toda la planta de abajo como un tigre buscando a su presa. Yo iba detrás de él, intentando hacerle ver que no era bienvenido en aquella casa, que debía salir igual de rápido que había entrado.
-No deberías estar aquí –le dije mientras le intentaba agarrar por el brazo –sal de esta casa y no me obligues a llamar a la policía. Sabes que en cuanto le cuente lo que sucedió no verás el sol en mucho tiempo – le iba recriminando mientras andaba junto a él.
-Es mi hija y va a volver a casa conmigo ¡Lucía! –Empezaba a subir las escaleras enfadado- ¿Dónde estás? – le volví a agarrar de la manga de la camisa, esperando que se parase.
-Ella no le quiere ver. Déjala que viva su vida – se paró en frente mía en mitad de las escaleras.
-Tú no tienes nada que decir en este asunto – me apartó de él dándome un pequeño empujón que me desestabilizó y por poco me caí por las escaleras.
Desde donde que quedé clavada pude ver como abría cada una de las puertas, esperando encontrar dentro a su hija. Llegó a la puerta de Tom, donde ellos deberían estar haciendo las paces. Ya no le podía ver pero sí que se le escuchaba y demasiado fuerte.
-Lucía, ya puedes estar saliendo por la puerta de esta casa si no quieras pagar duro las consecuencias – le amenazaba. -¿Cómo que no? – se escuchó un pequeño grito y ya me acerqué para ver qué estaba pasando.
Tom estaba paralizado, como si algo no le dejase mover ni un solo músculo de su cuerpo. Lucía estaba cerca de él, mirando con ojos implorantes, pidiendo a gritos que la ayudase en esos momentos. Pero Tom no articulaba ni un solo gesto. Estático.
-No papá, no pienso ir contigo a ningún sitio.
-¿Te estás oyendo? – Lucía soltó otro pequeño gritito por su pequeña boca -¡A mí me obedeces! No seré como tu madre que te permitía caprichos… ¡Aquí estás bajo mis órdenes!
-Déjala, la estás haciendo daño – le grité esperando que la soltara.
-Está teniendo lo que se merece –decía con total seguridad, creyéndose sus palabras que no tenían sentido.
-Suéltala – primer movimiento de Tom.
-¿Quien te creer tu para hablarme así?
-Suéltala – solo soltaba esas palabras por su boca pero al menos empezaba a reaccionar.
-Te estás jugando tu futuro, Tom. Esto no te conviene. –le decía. ¿Alex solo sabía manejarse a base de amenazas?
-No creo que mi futuro sea más importantes que esto –Tom se acercó a ellos dos intentando coger a Lucía y llevarla hacia él.
-Tú sabrás de lo que quieres vivir – le dijo mientras pegaba un tirón de su hija provocando más quejidos.
-¡TE HE DICHO QUE LA SUELTES! –Cogió el móvil que tenía en el bolsillo –ya tengo marcado el número, de ti depende que en 5 minutos aparezca por aquí la policía para arrestarte. ¿Quieres jugar a las amenazas? Juguemos.
-Jajajajajajaja –resonó la risa de Alex en la habitación - ¿te creer que puedes darme miedo? Por favor, no me hagas reír. No vas a llamar y arruinar tu precioso futuro.
-Suéltala – se fue acercando el teléfono a la oreja –no eres el único que puede contratarme – le enseñó el móvil al padre de Lucía y pudo ver como en la pantalla ponía “llamando”.
-Muy bien –agarró a Lucía por ambos brazos - ¿ESTO ES LO QUE QUIERES? –Decía mientras la zarandeaba – QUÉDATE CON ÉL Y SU ESTÚPIDA HERMANA. ¡Que sepas que no tendrás nada de mí! Ni cuando necesites el más mísero euro.
Lanzó a Lucía contra los brazos de mi hermano, ella con las lágrimas que encontraban como única vía de escape sus ojos. Según llegó a los brazos de Tom, así se quedó. Abrazada a él, intentando no romperse en mil pedazos.
Se volvió a asomar su padre por la puerta, con el dedo índice amenazando, señalando hacia su hija.
-Quiero que recojas todas tus cosas de la casa. No quiero nada tuyo por allí.
Si antes le quedaba poco, ahora todo lo que podía tener había desaparecido. Todo, absolutamente todo. Y espero que no seamos los únicos que puedan ayudarla porque entonces sí que va a sentirse desolada. Sin nadie de su familia a su alrededor, solo unos conocidos que no sabían de su existencia hasta hace dos semanas.
(POV Normal)
¿Me quedaba algo por lo que luchar en esta vida? En cuestión de unos días había perdido a toda mi familia, mis “amigas” no se han interesado por mí en ningún momento, todo había perdido su valor para mí. Lo único que me quedaba era esa persona que me sostenía entre sus brazos sin saber lo mucho que me estaba costando en esos momentos mantenerme en pie.
Estaba destrozada por dentro ¿quién no lo estaría? Vale que mi padre hiciese lo que hizo y por eso le odio, pero aún así mantenía la esperanza de que algún día pudiésemos volver a formar algo parecido a una familia.
Carrie estaba apoyada en el marco de la puerta, observando desde lejos y asimilando lo que había pasado, lo que intentábamos hacer todos. Yo realmente no sabía si alegrarme de lo que acababa de pasar (había conseguido librarme de él) o entristecerme… porque por lo que parecía lo había perdido y para siempre, y no solo a él sino a mi madre también.
Parecía que todo lo que tocaba últimamente desaparecía o lo acababa destruyendo. Levanté mis ojos acuosos de la camiseta de Tom un poco mojada por mis lágrimas para mirarle a los ojos. ¿Quería que él desapareciese también? ¿Y Carrie? Ahora mismo eran el único apoyo que me quedaba.
Me separé de él, bajo su atenta mirada y la de su hermana.
-¿A dónde vas?- me preguntó Carrie al pasar por su lado.
-Necesito pensar –me limité a decir.
Antes de salir al jardín trasero que tenía aquella casa, cogí algo con lo que abrigarme. No hacía un buen día, una pequeña niebla cubría la casa, no dejándote ver más allá de la propia verja del jardín. No era muy grande pero sí que tenía una pequeña piscina, aunque creo que aquí pocos días se puede aprovechar, con unas hamacas en uno de sus laterales y en el otro una zona de césped en donde se encontraban unos sillones de mimbre.
Me pasé toda la mañana sola en uno de los sillones, aclarando mis ideas, poniéndolas en orden, buscando respuestas, decidiendo qué haría a partir de ese momento, dónde viviría, cómo lograría sobrevivir… No saqué muchas cosas en claro, quería solucionar demasiadas cosas y mi cabeza no daba para más.
No me moví en todo el tiempo que había estado allí, me quedé mirando a la nada y solo movía mi mano para secarme la lágrima que de vez en cuando se escapaba. Podría decirse que estaba como dormida pero con los ojos abiertos, no me daba cuenta de nada de lo que pasaba a mí alrededor. No oía a los hijos del vecino discutiendo por que el hermano mayor no le dejaba el juguete al pequeño, ni al otro lado del patio cómo la anciana regañaba a su mascota por hacer las necesidades dentro y tampoco me di cuenta cuando Tom se sentó a mi lado, no hasta que me abrazó.
-Te vas a quedar congelada aquí afuera – dijo apretándome contra él. –Estás tiritando…- no me había dado cuenta del frío que tenía hasta que me lo había dicho.
-No sentía el frío- y era verdad, no lo sentía. Me había quedado tan ensimismada que ni de eso me había enterado.
-Venga, vamos dentro a comer. La comida ya está hecha –me dijo después de unos momentos de silencio.
-No tengo hambre.
-Sé que con lo…
-No Tom, no lo sabes –dije mientras negaba con la cabeza.
-Es normal que lo que menos te apetezca ahora es comer y que todavía tengas que asimilar lo que ha pasado, pero tienes que hacerlo…
-No, no –empecé a levantarme del sillón –eso ya lo tengo asimilado. Sé que ahora estoy sola pero ¿Qué voy a hacer con mi vida? ¿Qué voy a comer? ¿DÓNDE VOY A VIVIR? ¡YA NO TENGO CASA! –me estaba empezando a frustrar, toda la confusión comenzaba a invadirme – Voy a tener que cambiarme a un instituto público porque no tengo con qué pagar el mío, tendré que empezar a trabajar para poder salir adelante. ¡Yo tenía mi futuro planeado! Y no se parece nada a esto. Quería ser alguien en la vida, con estudios… -parecía que lo único a lo que se resumían mis últimos días era a las lágrimas- Mírame Tom –él me miraba sorprendido por mi reacción, no se esperaba que tuviese tanto de lo que preocuparme – mírame… no soy nadie ni conseguiré llegar a serlo y todo…
-Shhh… tranquila, me tienes a mi ¿vale? Te dije que te ayudaría y que no conseguirías separarte ni un centímetro de mí. –le miré y tenía su sonrisa que hizo que la mía también reluciese.- Comer comerás todo lo que yo te ponga en el plato; vivir, creo que esta casa es suficiente grande para soportar un ocupa más; el instituto ¿no llevas solo un mes y medio? No creo que te sea difícil recuperar las clases que pierdas entre que haces el cambio; ¿trabajar? Yo te ayudo a buscar algo y, por favor, mírate… si que eres alguien, por lo menos para mí y conseguirás todo lo que te propongas. Ya sabes, cuando una puerta se cierra, una ventana se abre. Puede que tu ventana esté en la última planta de un rascacielos y te cueste llegar pero planta a planta lo irás consiguiendo, solo quiérete más a ti misma y confía en ti. Yo lo hago.
-No quiero ser una ocupa- dije con una sonrisa. ¿Cómo lo conseguía? Era capaz de cambiarme de estado de ánimo con cada palabra que salía por su boca.
-Entonces serás mi invitada de honor. Ya está, todo solucionado. Vamos a comer invitada de honor.
-Gracias –no sabía cómo le iba a agradecer todo lo que estaba haciendo por mí. Con una simple palabra no era suficiente.
Por la tarde, Tom me había convencido para hacer lo que mi padre me había pedido: recoger todas mis cosas. No tenía miedo, tenía pánico. Hacer eso lo convertiría en más real lo que había pasado y no estaba preparada para hacerlo. Tom me acompañaría y me ayudaría con todo. El ir acompañada me relajaba más, tenía que pisar una casa que fue mi hogar desde que llegamos a Londres y cuando me fuera de ella no volvería a pisar.
Pero lo que me encontré cuando llegamos a la calle de mi casa, no era para nada lo que esperaba ver. No tendría que pisar la casa porque todas mis cosas estaban fuera, en la calle, al lado del contenedor de basura.
Toda lo que había en mi cuarto estaba tirado al lado de la casa, justo debajo de mi ventana. Lo había tirado todo por ella. Mi ropa, mis zapatos, mis libros, todos los peluches que tenía encima de la cama, mis discos de música… TODO. No se salvaba nada. Fui hacia el contenedor de basura donde encontré todas las fotos que tenía mi madre por toda la casa en la que salía yo, con el cristal del marco roto.
Las lágrimas salían de rabia, daba patadas a todo lo que se encontraba por los suelos. La gente que pasaba por alrededor se me quedaba mirando pero a mí me daba exactamente igual lo que pudiesen pensar. Ahora mismo no estaba para pensar en aquellos detalles.
Un estruendo que venía de la parte trasera de la casa hizo que Tom, que estaba por detrás de mí intentando que me tranquilizase, y yo pegásemos un bote del susto. Saber que todo lo que se encontraba mi padre y que me perteneciese lo estaba tirando por la ventana, me hizo temer lo peor, consciente de qué habitación daba a la parte trasera.
Agarré la mano de Tom arrastrándole conmigo, algo en mi interior me decía que lo necesitaría para poder mantenerme en pie. Crucé la verja de madera que me dividía la parte delantera con la de atrás y vi que estaba en lo cierto. Me derrumbé hincando las rodillas en el césped. Eso no lo podría haber hecho, justo eso no.
En frente mía se encontraba, o por lo menos lo que parecía ser, el piano con el que durante toda mi infancia había practicado, con el que había compartido esos momentos de magia al componer cada canción con mi padre. No quería volver a tocarlo pero necesitaba que cuando me sintiese preparada para retomarlo, estuviese ahí. Simplemente fue el regalo más especial que había tenido y ya solo quedaban trozos de madera…
-Había decidido volver a tocar… p-pero ahora no estoy tan segura –dije sollozando cuando sentí a Tom apoyas sus manos en mis hombros para intentar calmarme.
-No dejes ir lo único que te hace huir de la realidad por un momento- se acuclilló en frente mía- No renuncies a ellos.
-Tom, ha acabado con todo, cada recuerdo cada cosa que podía tener significado para mí ¿qué me queda?
-Te quedo yo y muchas cosas por las que luchar.