lunes, 12 de marzo de 2012

Capítulo 17: ¿Esto es lo que quieres?

No me voy ni a disculpar por tardar tanto, porque ni yo recuerdo cuando fue la última vez que subí ni de qué había escrito en el capítulo anterior. Si alguien sigue leyendo... ¡¡GRACIAS!! Espero que os guste =)

(POV Carrie)

No debería haber abierto la puerta sin mirar antes por la mirilla, pero tampoco debería de haber dejado la puerta abierta y haber cerrado en cuanto había visto quién era. No, con todo por lo que estaba pasando Lucía en estos momentos, no era bueno que le viera. Con lo que había hecho no sabía ni cómo era capaz de aparecer su padre por esa casa. Ya no tenía ningún derecho sobre ella.

Pasó por mi lado y buscó por toda la planta de abajo como un tigre buscando a su presa. Yo iba detrás de él, intentando hacerle ver que no era bienvenido en aquella casa, que debía salir igual de rápido que había entrado.

-No deberías estar aquí –le dije mientras le intentaba agarrar por el brazo –sal de esta casa y no me obligues a llamar a la policía. Sabes que en cuanto le cuente lo que sucedió no verás el sol en mucho tiempo – le iba recriminando mientras andaba junto a él.
-Es mi hija y va a volver a casa conmigo ¡Lucía! –Empezaba a subir las escaleras enfadado- ¿Dónde estás? – le volví a agarrar de la manga de la camisa, esperando que se parase.
-Ella no le quiere ver. Déjala que viva su vida – se paró en frente mía en mitad de las escaleras.
-Tú no tienes nada que decir en este asunto – me apartó de él dándome un pequeño empujón que me desestabilizó y por poco me caí por las escaleras.

Desde donde que quedé clavada pude ver como abría cada una de las puertas, esperando encontrar dentro a su hija. Llegó a la puerta de Tom, donde ellos deberían estar haciendo las paces. Ya no le podía ver pero sí que se le escuchaba y demasiado fuerte.

-Lucía, ya puedes estar saliendo por la puerta de esta casa si no quieras pagar duro las consecuencias – le amenazaba. -¿Cómo que no? – se escuchó un pequeño grito y ya me acerqué para ver qué estaba pasando.

Tom estaba paralizado, como si algo no le dejase mover ni un solo músculo de su cuerpo. Lucía estaba cerca de él, mirando con ojos implorantes, pidiendo a gritos que la ayudase en esos momentos. Pero Tom no articulaba ni un solo gesto. Estático.

-No papá, no pienso ir contigo a ningún sitio.
-¿Te estás oyendo? – Lucía soltó otro pequeño gritito por su pequeña boca -¡A mí me obedeces! No seré como tu madre que te permitía caprichos… ¡Aquí estás bajo mis órdenes!
-Déjala, la estás haciendo daño – le grité esperando que la soltara.
-Está teniendo lo que se merece –decía con total seguridad, creyéndose sus palabras que no tenían sentido.
-Suéltala – primer movimiento de Tom.
-¿Quien te creer tu para hablarme así?
-Suéltala – solo soltaba esas palabras por su boca pero al menos empezaba a reaccionar.
-Te estás jugando tu futuro, Tom. Esto no te conviene. –le decía. ¿Alex solo sabía manejarse a base de amenazas?
-No creo que mi futuro sea más importantes que esto –Tom se acercó a ellos dos intentando coger a Lucía y llevarla hacia él.
-Tú sabrás de lo que quieres vivir – le dijo mientras pegaba un tirón de su hija provocando más quejidos.
-¡TE HE DICHO QUE LA SUELTES! –Cogió el móvil que tenía en el bolsillo –ya tengo marcado el número, de ti depende que en 5 minutos aparezca por aquí la policía para arrestarte. ¿Quieres jugar a las amenazas? Juguemos.
-Jajajajajajaja –resonó la risa de Alex en la habitación - ¿te creer que puedes darme miedo? Por favor, no me hagas reír. No vas a llamar y arruinar tu precioso futuro.
-Suéltala – se fue acercando el teléfono a la oreja –no eres el único que puede contratarme – le enseñó el móvil al padre de Lucía y pudo ver como en la pantalla ponía “llamando”.
-Muy bien –agarró a Lucía por ambos brazos - ¿ESTO ES LO QUE QUIERES? –Decía mientras la zarandeaba – QUÉDATE CON ÉL Y SU ESTÚPIDA HERMANA. ¡Que sepas que no tendrás nada de mí! Ni cuando necesites el más mísero euro.

Lanzó a Lucía contra los brazos de mi hermano, ella con las lágrimas que encontraban como única vía de escape sus ojos. Según llegó a los brazos de Tom, así se quedó. Abrazada a él, intentando no romperse en mil pedazos.

Se volvió a asomar su padre por la puerta, con el dedo índice amenazando, señalando hacia su hija.

-Quiero que recojas todas tus cosas de la casa. No quiero nada tuyo por allí.

Si antes le quedaba poco, ahora todo lo que podía tener había desaparecido. Todo, absolutamente todo. Y espero que no seamos los únicos que puedan ayudarla porque entonces sí que va a sentirse desolada. Sin nadie de su familia a su alrededor, solo unos conocidos que no sabían de su existencia hasta hace dos semanas.

(POV Normal)

¿Me quedaba algo por lo que luchar en esta vida? En cuestión de unos días había perdido a toda mi familia, mis “amigas” no se han interesado por mí en ningún momento, todo había perdido su valor para mí. Lo único que me quedaba era esa persona que me sostenía entre sus brazos sin saber lo mucho que me estaba costando en esos momentos mantenerme en pie.

Estaba destrozada por dentro ¿quién no lo estaría? Vale que mi padre hiciese lo que hizo y por eso le odio, pero aún así mantenía la esperanza de que algún día pudiésemos volver a formar algo parecido a una familia.

Carrie estaba apoyada en el marco de la puerta, observando desde lejos y asimilando lo que había pasado, lo que intentábamos hacer todos. Yo realmente no sabía si alegrarme de lo que acababa de pasar (había conseguido librarme de él) o entristecerme… porque por lo que parecía lo había perdido y para siempre, y no solo a él sino a mi madre también.

Parecía que todo lo que tocaba últimamente desaparecía o lo acababa destruyendo. Levanté mis ojos acuosos de la camiseta de Tom un poco mojada por mis lágrimas para mirarle a los ojos. ¿Quería que él desapareciese también? ¿Y Carrie? Ahora mismo eran el único apoyo que me quedaba.

Me separé de él, bajo su atenta mirada y la de su hermana.

-¿A dónde vas?- me preguntó Carrie al pasar por su lado.
-Necesito pensar –me limité a decir.

Antes de salir al jardín trasero que tenía aquella casa, cogí algo con lo que abrigarme. No hacía un buen día, una pequeña niebla cubría la casa, no dejándote ver más allá de la propia verja del jardín. No era muy grande pero sí que tenía una pequeña piscina, aunque creo que aquí pocos días se puede aprovechar, con unas hamacas en uno de sus laterales y en el otro una zona de césped en donde se encontraban unos sillones de mimbre.

Me pasé toda la mañana sola en uno de los sillones, aclarando mis ideas, poniéndolas en orden, buscando respuestas, decidiendo qué haría a partir de ese momento, dónde viviría, cómo lograría sobrevivir… No saqué muchas cosas en claro, quería solucionar demasiadas cosas y mi cabeza no daba para más.

No me moví en todo el tiempo que había estado allí, me quedé mirando a la nada y solo movía mi mano para secarme la lágrima que de vez en cuando se escapaba. Podría decirse que estaba como dormida pero con los ojos abiertos, no me daba cuenta de nada de lo que pasaba a mí alrededor. No oía a los hijos del vecino discutiendo por que el hermano mayor no le dejaba el juguete al pequeño, ni al otro lado del patio cómo la anciana regañaba a su mascota por hacer las necesidades dentro y tampoco me di cuenta cuando Tom se sentó a mi lado, no hasta que me abrazó.

-Te vas a quedar congelada aquí afuera – dijo apretándome contra él. –Estás tiritando…- no me había dado cuenta del frío que tenía hasta que me lo había dicho.
-No sentía el frío- y era verdad, no lo sentía. Me había quedado tan ensimismada que ni de eso me había enterado.
-Venga, vamos dentro a comer. La comida ya está hecha –me dijo después de unos momentos de silencio.
-No tengo hambre.
-Sé que con lo…
-No Tom, no lo sabes –dije mientras negaba con la cabeza.
-Es normal que lo que menos te apetezca ahora es comer y que todavía tengas que asimilar lo que ha pasado, pero tienes que hacerlo…
-No, no –empecé a levantarme del sillón –eso ya lo tengo asimilado. Sé que ahora estoy sola pero ¿Qué voy a hacer con mi vida? ¿Qué voy a comer? ¿DÓNDE VOY A VIVIR? ¡YA NO TENGO CASA! –me estaba empezando a frustrar, toda la confusión comenzaba a invadirme – Voy a tener que cambiarme a un instituto público porque no tengo con qué pagar el mío, tendré que empezar a trabajar para poder salir adelante. ¡Yo tenía mi futuro planeado! Y no se parece nada a esto. Quería ser alguien en la vida, con estudios… -parecía que lo único a lo que se resumían mis últimos días era a las lágrimas- Mírame Tom –él me miraba sorprendido por mi reacción, no se esperaba que tuviese tanto de lo que preocuparme – mírame… no soy nadie ni conseguiré llegar a serlo y todo…
-Shhh… tranquila, me tienes a mi ¿vale? Te dije que te ayudaría y que no conseguirías separarte ni un centímetro de mí. –le miré y tenía su sonrisa que hizo que la mía también reluciese.- Comer comerás todo lo que yo te ponga en el plato; vivir, creo que esta casa es suficiente grande para soportar un ocupa más; el instituto ¿no llevas solo un mes y medio? No creo que te sea difícil recuperar las clases que pierdas entre que haces el cambio; ¿trabajar? Yo te ayudo a buscar algo y, por favor, mírate… si que eres alguien, por lo menos para mí y conseguirás todo lo que te propongas. Ya sabes, cuando una puerta se cierra, una ventana se abre. Puede que tu ventana esté en la última planta de un rascacielos y te cueste llegar pero planta a planta lo irás consiguiendo, solo quiérete más a ti misma y confía en ti. Yo lo hago.
-No quiero ser una ocupa- dije con una sonrisa. ¿Cómo lo conseguía? Era capaz de cambiarme de estado de ánimo con cada palabra que salía por su boca.
-Entonces serás mi invitada de honor. Ya está, todo solucionado. Vamos a comer invitada de honor.
-Gracias –no sabía cómo le iba a agradecer todo lo que estaba haciendo por mí. Con una simple palabra no era suficiente.



Por la tarde, Tom me había convencido para hacer lo que mi padre me había pedido: recoger todas mis cosas. No tenía miedo, tenía pánico. Hacer eso lo convertiría en más real lo que había pasado y no estaba preparada para hacerlo. Tom me acompañaría y me ayudaría con todo. El ir acompañada me relajaba más, tenía que pisar una casa que fue mi hogar desde que llegamos a Londres y cuando me fuera de ella no volvería a pisar.

Pero lo que me encontré cuando llegamos a la calle de mi casa, no era para nada lo que esperaba ver. No tendría que pisar la casa porque todas mis cosas estaban fuera, en la calle, al lado del contenedor de basura.

Toda lo que había en mi cuarto estaba tirado al lado de la casa, justo debajo de mi ventana. Lo había tirado todo por ella. Mi ropa, mis zapatos, mis libros, todos los peluches que tenía encima de la cama, mis discos de música… TODO. No se salvaba nada. Fui hacia el contenedor de basura donde encontré todas las fotos que tenía mi madre por toda la casa en la que salía yo, con el cristal del marco roto.

Las lágrimas salían de rabia, daba patadas a todo lo que se encontraba por los suelos. La gente que pasaba por alrededor se me quedaba mirando pero a mí me daba exactamente igual lo que pudiesen pensar. Ahora mismo no estaba para pensar en aquellos detalles.

Un estruendo que venía de la parte trasera de la casa hizo que Tom, que estaba por detrás de mí intentando que me tranquilizase, y yo pegásemos un bote del susto. Saber que todo lo que se encontraba mi padre y que me perteneciese lo estaba tirando por la ventana, me hizo temer lo peor, consciente de qué habitación daba a la parte trasera.

Agarré la mano de Tom arrastrándole conmigo, algo en mi interior me decía que lo necesitaría para poder mantenerme en pie. Crucé la verja de madera que me dividía la parte delantera con la de atrás y vi que estaba en lo cierto. Me derrumbé hincando las rodillas en el césped. Eso no lo podría haber hecho, justo eso no.

En frente mía se encontraba, o por lo menos lo que parecía ser, el piano con el que durante toda mi infancia había practicado, con el que había compartido esos momentos de magia al componer cada canción con mi padre. No quería volver a tocarlo pero necesitaba que cuando me sintiese preparada para retomarlo, estuviese ahí. Simplemente fue el regalo más especial que había tenido y ya solo quedaban trozos de madera…

-Había decidido volver a tocar… p-pero ahora no estoy tan segura –dije sollozando cuando sentí a Tom apoyas sus manos en mis hombros para intentar calmarme.
-No dejes ir lo único que te hace huir de la realidad por un momento- se acuclilló en frente mía- No renuncies a ellos.
-Tom, ha acabado con todo, cada recuerdo cada cosa que podía tener significado para mí ¿qué me queda?
-Te quedo yo y muchas cosas por las que luchar.



domingo, 8 de enero de 2012

Capíulo 16: No soy necesario ni útil.


Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiento tardar tanto, pero es que cuanto más tiempo tengo menos hago T.T Pero bueno he vuelto y este capitulo es más largo de lo normal! Espero que os guste y que me dejeis comentarios =)


Correr, solo pensaba en eso. Mi mente no me dejaba llegar más allá. Hacía frío y yo solo llevaba un chándal. No es que corriese por gusto, pero tampoco sabía porque corría ni hacia donde iba. Mis piernas iban solas, sin yo mandarles ninguna orden.

No era la única que corría, algo venía detrás de mí. Era de noche y no podía distinguir qué era ni quién era. Solo veía una sombra entre la oscuridad de la noche.

Entonces me di cuenta de que esa persona, porque era una persona, me perseguía. Decía mi nombre, pidiéndome que parase y que dejase de escabullirme. Yo no le hacía caso y seguía corriendo, aumentando la velocidad.

La zona la reconocía, había estado allí antes. Estaba en la parte antigua, no había ni un alma por aquellas calles solitarias a excepción de algún que otro vagabundo. Pero lo que me había dado la pista para reconocer ese lugar era un cine. Era antiguo y lo reconocí de cuando estuve la última noche allí, después de una de las peores noches y esperando a que Carrie hubiese escuchado mi mensaje y viniese hacia allí.

Lo pasé de largo adentrándome en uno de los tantos parques que había en Londres. El hombre ya estaba casi pisándome los talones, me estaba alcanzando y mi corazón y pulmones iban a estallar. Me faltaba el aire y el corazón no daba a basto.

Lo sentía a medio metro de mí, ya casi me podía tocar. Intenté gritar pero de mi garganta no salió ni un solo ruido. Abría la boca lo máximo posible preparando mis cuerdas vocales para gritar de nuevo, pero nada.

No sabía quién había puesto esa piedra ahí, pero caí de bruces contra el suelo y el hombre se tiró encima de mí, atrapándome con fuerza.

-Ya te tengo hija –dijo él.

El grito que pegué lo debió de escuchar todo el vecindario, y no solo ese sino todos los anteriores. Esa misma pesadilla o similar me llevaban acechando toda la noche. Cada vez que cierro los ojos para dormir me viene a la cabeza.  Intentaba obligar a mi subconsciente a cambiar esas imágenes.

-Tranquila, es solo una pesadilla –me decía Tom cada vez que me despertaba sobresaltada.

Cada vez que lo hacía me quedaba sentada en la cama, con una enorme dificultad para respirar, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón y lo que más mal me hacía sentir era que cada vez que pasaba eso, despertaba a Tom.

Le estaba dando la peor noche de su vida, no le dejaba dormir a gusto y cuando él ya había conciliado el sueño ya estaba yo para despertarle.

Miré la hora en el despertador que tenía Carrie en su cuarto. 4:37.

-Lo siento- le dije a Tom. No podía soportar ver su cara de adormilado, intentando tranquilizarme. Se notaba que no podía casi ni hablar, pero ahí estaba él para relajarme.
-No te preocupes –me dijo con los ojos achinados por el sueño – lo único que quiero es que tu estés bien, me da igual que tenga que pasar varias noches en vela.

Volvía a posar mi cabeza en su pecho dispuesta a dormirme de nuevo, con sus dedos recorriendo mi espalda y con su dulce voz cantándome una nana como a una niña pequeña. Me encantaba su voz y eso me hacía volver al sueño más profundo.


Cuando desperté, aún con los ojos cerrados, busqué a Tom entre las sabanas y no lo encontré. Abrí los ojos para buscarle por toda la habitación, pero tampoco estaba. El corazón se me aceleró. El estar sola me daba miedo, mi mente comenzaba a maquinar contra mí, poniendo sombras de personas donde no las había, voces donde no deberían escucharse y pasos donde no bebería haber nadie.

Bajé las escaleras despacio, no se escuchaba nada en la planta baja hasta que un ruido de cacharros me acabó de asustar por completo. Casi me caigo por mitad de las escaleras y al ir a agarrarme a una de las barandillas acabé yo sola con el silencio.

Apareció Tom en mitad del pasillo con una taza de café en las manos y su sonrisa en la boca.

-¿Qué haces sentada en las escaleras? –dijo medio riéndose.
-Nada, solo apreciaba la moqueta de las escaleras de cerca- le dije yo con ironía. -¿Tu que creer? Por casi me caigo.
-Lo siento- dijo entre risas. Me agarró de la mano y me levantó llevándome hasta el refugio de sus brazos- ¿Me perdonas?- y me da un ligero beso en los labios.

¿Cómo no le iba a perdonar a esa sonrisa y con ese hoyuelo que se le formaba? Era imposible no hacerlo.
Yo seguía disfrutando entre sus brazos y de sus besos cuando la cerradura que tenía Tom a sus espaldas comenzó a sonar. Tom me miró un poco perplejo dejando claro que no esperaba que nadie viniese a su casa. Por la puerta apareció una melena bastante reconocible para nosotros y me aparté lo más rápido posible de su hermano y Tom me volvió a juntar a él, abrazándome de nuevo.

-Está claro que me tendría que haber pensado mejor el dejarla venir aquí a vivir –farfulló aunque Carrie le escuchó perfectamente seguro. –¡Siempre tan oportuna!

Intentaba separarme de él, no quería que Carrie nos viese de esta forma, pensaría cosas. Vale que estuviese en lo cierto, pero no me apetecía aguantar sus peguntas, en ese momento desde luego. Aunque al final conseguí deshacerme de sus brazos, Carrie se dio cuenta.

-¡Aissh! –vino corriendo a abrazarnos a ambos –sabía que todo acabaría bien. Solo hacía falta un pequeño empujoncito –levantó repetidamente sus cejas en dirección a Tom.

Tom sonrió y se fue a la cocina tirando de mí y perseguido por su hermana. Mientras seguía preparando cosas en la cocina, hay que ver lo que le gustaba a este hombre la cocina, yo metí la pata como ya estaba volviendo costumbre.

-La verdad, es que no fue difícil conven… -comenzó a decir Tom y ¿adivináis quién le interrumpió y la cagó?
-La verdad –hice hincapié en esa palabra- es que te estás confundiendo, entre tu hermano y yo no ha pasado nada y no creo que pase.

Momento de tensión en la sala. Tom dirigiendo su mirada hacia mí, que en un principio era de incomprensión pero pronto pasó a enfado, la de Carrie que nos miraba alternativamente pensando que había metido la pata hasta el fondo, y yo deseando a que la tierra me tragase lo antes posible.

Él tiró el paño de cocina hacia la encimera y con furia, le faltaba tirarse de los pelos, estaba empezando a ponerse rojo.

-En serio, no te entiendo –dijo alzando la voz y señalándome -¡de veras que no te entiendo!

No conseguía sacar ninguna contestación que arreglase los daños que había causado, solo me limitaba a mirarle, con los calores del nerviosismo que subían por mi espalda y con los ojos que se negaban a soltar una lágrima pero que estaban allí, detrás de ellos.

-Está claro que cuando pasa la tormenta, Tom ya no es necesario ni útil- dijo mientras se iba.

Me quedé mirando al hueco de la puerta por la que había salido. Las piernas me temblaban de la impotencia que sentía por dentro. El querer pero no ser capaz. Me apoyé en la encimera y poco a poco me fui deslizando por ella hasta caer rendida en el suelo.

Sentía que últimamente todo lo que hacía y decía estaba mal, no hacía nada a derechas y la gente sufría por mi culpa. Yo no quería que todo fuese así y lo tendría que arreglar como buenamente pudiese.

Carrie me zarandeaba mientras que yo estaba en mi mundo y en un click, como cuando un anclaje llega a su postura adecuada, mi mente se activó. Me levanté deprisa y subí las escaleras a toda velocidad. Intenté abrir su puerta pero la había cerrado con pestillo. Sí, la había cagado.

Di golpes a la puerta esperando que no se hubiese puesto a escuchar música y me escuchase. No respondía pero sabía que me había escuchado. Noté como se había echado sobre la puerta y se oía ligeramente su respiración.

-Tom, abre, por favor- le supliqué. Sin respuesta –no quería decir eso…

Escuché como se alejó de la puerta.

-Por favor, no te vayas de la puerta. No es verdad lo que has dicho, si que te necesito – y volvió. –Yo no… no… por favor abre, no le voy a hablar a una puerta –y una nota se coló por debajo de la puerta, “No voy a abrir” decía y se la devolví –claro que vas a abrir.

Se volvió a alejar. “Va a ser que si que voy a tener que hablar con la puerta” pensé.

-Tom, no puedo decir que te quiero porque es una palabra muy fuerte para mi, todos a los que he querido me han fallado o me han acabado haciendo daño, no puedo permitirme una persona más. También es muy pronto para saber que siento por ti. Solo sé que estoy a gusto contigo y no necesito más. Ahora mismo no puedo pedir más. –me quedé pensando, no sabía que más decirle para que abriese la maldita puerta y decirle todo esto a la cara, sabía que lo estaba consiguiendo pero no llegaba a ser suficiente para él. –Sé que no es una excusa para lo que ha pasado ahí abajo, no debería de haber dicho lo que he dicho… Lo siento.
No podía parar de pensar que la había cagado, que siempre lo hacía y que no iba parar de hacerlo. Me quedé esperando un rato más por si abría la puerta pero no pasó nada. Ya no era impotencia lo que corría por mi cuerpo, era rabia. Rabia de mí misma, por ser como era, por no ser capaz de decir todo lo que sentía, por tener que ocultarlo todo por vergüenza de esos sentimientos y porque por una vez en la vida había conseguido tener a alguien en mi vida que cuidaba y se preocupaba de mí y lo iba a perder con unas estúpidas palabras que ni siquiera sentía.

Le pegué un puñetazo a la puerta para desatar esa rabia que me carcomía por dentro.

-Joder, Tom, lo siento ¿vale? Yo no quería esto… -me senté en el suelo apoyando la espalda en la puerta mientras las lágrimas caían por mis mejillas –por favor, abre la puerta –le volví a suplicar –por favor.

No conseguía parar de sollozar, me obligaba a parar pero no lo conseguía.

(POV Tom)

No sabía cómo podía haber pensado que ella sentía algo por mí, yo solo era el chico que la consolaba cada vez que algo iba mal. Esos besos solo eran por agradecimiento, no sentía lo mismo que yo. Solo había sido un peluche al que achuchar cuando iba algo mal, un juguete que le sacase una sonrisa.

Pegué un portazo a la puerta, esto no podía ser peor. Le había dado todo lo que tenía. ¡Le había ofrecido mi casa! No podía parar de dar vueltas a la habitación intentándome hacer creer que lo que había pasado era una espejismo.

La puerta casi se cae abajo de todos los golpes que estaban dando, no sabía quién y seguro que era mi hermana para consolarme, esperando a que yo abriese el pestillo. Me acerqué a la puerta y me senté apoyándome en ella.

-Tom, abre, por favor- me suplicó Lucía –no quería decir eso…

No quería hablar con ella, no ahora mismo. Me levante y fui hacia el escritorio rebuscando entre todos los papeles que tenía encima. Escribí en un papel que había encontrado “No voy a abrir”.

-Por favor, no te vayas de la puerta. No es verdad lo que has dicho, si que te necesito – me quedé mirando la puerta –Yo no… no… por favor abre, no le voy a hablar a una puerta –y deslicé la nota por debajo de la puerta y la misma nota volvió a pasar por debajo de la puerta –claro que vas a abrir.

Escuché como bufó al otro lado. No iba a abrir la puerta

-Tom, no puedo decir que te quiero porque es una palabra muy fuerte para mi, todos a los que he querido me han fallado o me han acabado haciendo daño, no puedo permitirme una persona más. También es muy pronto para saber que siento por ti. Solo sé que estoy a gusto contigo y no necesito más. Ahora mismo no puedo pedir más. –apoyé las manos y la cabeza en la puerta. No me podía creer lo que estaba saliendo por su boca –Sé que no es una excusa para lo que ha pasado ahí abajo, no debería de haber dicho lo que he dicho… Lo siento.

No me quiere o no lo sabe todavía pero si le gusta al igual que a mí pasar el tiempo juntos, todos los ratos que hemos pasado a solas, aunque sean pocos eran sin complicaciones. Dos chicos hablando, riendo, contando anécdotas, tocando el piano…

Puede que ella se pensase que no sabía por lo que estaba pasando y que no fuese capaz de ponerme en su piel y saber todo lo que estaba sufriendo, pero sí que lo hacía y por eso, para mí eso sí que es una buena excusa y un buen lo siento.

Le pegó un puñetazo a la puerta, se tendría que haber hecho daño.

-Joder, Tom, lo siento ¿vale? Yo no quería esto… -se calló por un momento se empezó a escuchar sus sollozos –por favor, abre la puerta –volvía a suplicar –por favor.

Me separé de la puerta, mirando el pestillo que estaba en el manillar. Lo abrí esperando que ella no se hubiese ido de la puerta y ahí estaba, sentada en el suelo. Se levantó como pudo a la vez que se quitaba las lágrimas.

Se tiró a mis brazos, abrazándome con todas sus fuerzas mientras que no paraban de salir por su boca las palabras “lo siento” repetidamente.

Agarré su cara entre mis manos y fue ella quien buscó mis labios, fue ella quien los capturo y fuimos los dos quienes disfrutamos de ese beso.

-Lo siento- me volvió a repetir.
-Para de disculparte – le dije.
-Por muchas veces que lo diga nunca será suficiente –no tenía razón, pero se puso nerviosa de repente y me imaginé que tenía algo que decirme.
-Suéltalo –puso cara de “me han pillado”- lo que estas pensando, puedes decírmelo.
-No quiero que te enfades, pero… -se tomó su tiempo –no quiero que estemos juntos, solo quiero estar como ahora, a gusto. No hace falta etiqueta, solo quiero esto.- y señaló con la mirada refiriéndose a nuestro abrazo.
-Me parece bien –se quedó perpleja. ¿En serio pensaba que me iba a enfadar por eso? Era lógico que ahora mismo no quisiera, después de lo que acababa de pasar. Sabía que tendría que ir ganándome su confianza poco a poco. Más bien hacer que ella ganase su confianza. –No necesito etiqueta, como tú has dicho, solo necesito esto.

(POV Carrie)

Desde abajo se escuchaba todo el jaleo que estaba formando Lucía con la puerta pero cuando dejé de escucharlos supe que ya estarían besuqueándose por toda la planta de arriba.

Sonó el timbre de la casa y me fui hasta la puerta.

-Aish que buena Celestina soy –iba diciendo hasta llegar a la puerta y sin mirar por la mirilla abrí.

Debería de haber mirado por la mirilla antes de abrir porque lo que se me apareció en la puerta no debería de haberle abierto.

-¿Dónde está mi hija? –me preguntó y me echó a un lado con fuerza y comenzó a buscar por la casa.