miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capítulo 15: Todo acabará bien


Os preguntareis ¿Como es que subes tan pronto? ya veis, estoy cumpliendo con lo que dije xD Este capítulo va para mis dos Sra. Fletcher ( @LostinFletcher y @RosalieTombar) una que acaba de terminar con los examenes y la otra que está de bajon... asique, ANIMAROS COÑE!
Tengo una pregunta: ¿es muy lioso el que este con muchos POV? Esque me gusta escribir como se siente cada personaje...
Al leer se ha dicho!



(POV Tom)

Estábamos caminando por la calle, comenzaba a hacer frío y parecía que iba a comenzar a llover. Las nubes grises habían cubierto todo el cielo sin dejar un claro que se viese azul.

Lucía estaba a mi lado, sin decir una sola palabra. Me debatía entre darle la mano o quedarme quieto. Parecía que cada contacto que tenía no le era de mucho agrado, como si no estuviese acostumbrada a ese tipo de muestras de cariño, y no quería fastidiarla. Ya había conseguido dar un gran paso y que ella lo aceptase, pero ése no sabía cómo se lo iba a tomar.

Nuestras manos se rozaron sin querer por el movimiento de nuestros brazos y ella se giró, con una sonrisa, y agarró mi mano como si hubiese decidido por mí acabando con el dilema que me había planteado. Se juntó más a mí y me dio un apretón en la mano.

Me acababa de acordar de una cosa.

-Fue por mi padre –dije sin más.
-¿Qué? –me preguntó, parándose en seco y mirándome fijamente.
-Antes me preguntaste por cómo descubrí aquel lugar y yo te contesto.
-Amm –dijo volviendo a retomar el camino. -¿te lo enseñó él?
-No -¿cómo podía pensar eso? –A mi padre no le gustaba que tocase el piano…
-¿Por qué? –me dio otro apretón en la mano, sus manos estaban frías pero me gustaba que lo hiciese, estaba avanzando con su forma de ser haciendo esas muestras de cariño.
-No me lo llegó a decir nunca, pero se notaba que no le gustaba. Creo que tenía algo que ver con la masculinidad.
-¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? No creo que por tocar el piano seas menos “hombre”.
-Mi padre no pensaba lo mismo. Tocar el piano, según él, es cosa de chicas. Nunca me dejó tocar en casa. –me quedé pensando unos segundos, realmente esa no era la razón por la que nunca me dejó tocar –Bueno, más bien le ponía de mal humor el escucharme y yo por no molestar me busqué un lugar donde hacerlo.
-Y ahí es donde encontraste este sitio ¿no? –acertó.
-Sí, durante muchos años ese ha sido mi refugio, donde iba todas las tardes en vez de ir al parque a jugar, donde conseguía estar a gusto conmigo mismo, sin nadie que diese golpes en la pared para hacerme silenciar el piano ni que gritase por ello…

Se escuchó un relámpago que retumbó en todo el cielo. Ella pegó un salto del susto y no tardó ni cinco segundos en rodearme con los brazos. Parecía bastante asustada.

-¿Estás bien?
-Si si, no te preocupes, solo ha sido un relámpago- me intentó convencer de ello pero estaba tiritando y no sabía si era de miedo o del frío que comenzaba a hacer por la oscuridad -¿Y el hombre de la tienda te dejaba tocar sin más? –me preguntó con dificultad por el temblor que tenía.
-No. A cambio de dejarme tocar en su trastienda y darme algunas clases, trabajaba con él algunas tardes. Pero solo al principio, cuando fui mejorando me dijo que solo con escuchar lo que tocaba, le bastaba. Decía que con mi música, atraía a clientes, pero de eso nunca estuve yo muy seguro.

Ella seguía tiritando y cada vez que un relámpago estallaba en aquel cielo encapotado, pegaba un bote. La apreté más junto a mí, para así hacer que se le pasase el frío que tenía, pero no funcionaba. Seguía temblando.

-¿Seguro que estás bien?- Le volví a preguntar.
-No pasa nada es solo que… -y se quedó a mitad de la frase a causa de otro relámpago- me recuerda a…

No hizo falta que siguiese, ya la había entendido. Le recordaba a esa noche, incluso yo soy incapaz de mencionarlo, pero supongo que ya todos sabéis a que noche me refiero.

Le pasé un brazo por la espalada y continuamos nuestro camino hacia casa, cuanto antes atuviésemos menos sufriría ella.

Y solo cuando nos quedaba un pequeño tramo hasta casa comenzó a llover, nada extraño para una ciudad como lo es Londres. Con la chaqueta más o menos impermeable que llevaba nos intenté cubrir lo máximo posible, aunque no sirvió de mucho. Llegamos calados de arriba abajo.

Subimos ambos a la planta de arriba, ella se quedó en la habitación de mi hermana cambiándose de ropa con unas prendas que le había cogido a Carrie para ella y yo me puse el pijama en un momento y bajé para preparar unos cafés y entrar en calor. Ambos lo necesitábamos esta vez.

En la mesa de la encimera había una nota de Carrie:

Me voy a casa de mamá esta noche. Tom, te dejo vía libre para que te lances hombretón. Si eres Lucía la que lo está leyendo… nos seas tonta y aprovecha xX

Menos mal que fui yo el que leyó la nota, ¡solo a Carrie se le ocurrían esas cosas!

Justo cuando salía el primer café ella bajó, pero parecía tímida por sus movimientos. Había entrado con la cabeza gacha y arrastrando los pies.

-¿Quieres? –dije señalando el café que acababa de dejar en la encimera justo delante suya.

No me contestó pero lo cogió entre sus manos, frotándolas para hacerlas entrar en calor. Ella estaba de frente a la encimera, dándome la espalda. Seguía temblando. Me acerqué por detrás, me junté a ella y la rodeé con mis brazos. En cuanto lo hice su temblor paró y se irguió. Poco a poco se fue relajando ella sola.

Llevaba el pijama que le había prestado de mi hermana y se había soltado el pelo que antes llevaba en una coleta. Cogí toda su melena y se la retiré hacia un lado, mientras que rozaba su piel sin querer con mis dedos, dejándosela caer por delante. Se estremeció bajo mis brazos y tomó otro sorbo del café.

Otro relámpago relumbró por la ventana que teníamos delante y, de nuevo, ella comenzó a temblar. Apreté más mis brazos a su alrededor y besé su nuca, ahora descubierta, pero ella seguí temblando.

Tenía en las manos la taza de café, la agarré y la dejé en la encimera para que no se derramase. Le di la vuelta lentamente para poder tener su cara frente a la mía, ver que sus ojos estaban llorosos.

Cogí su rostro entre mis manos, me acerqué a ella esperando a que ella diese el paso esta vez. No quería hacerla sentir mal. No tardé mucho en sentir su respiración aún más cerca de mi boca, pero sin llegar a rozar mis labios. Ella no quería ser la que se lanzara, estaba indecisa y no aguantaba más.

Capturé sus labios entre los míos, fundiéndonos en un tierno beso. Esa vez sí, pasé mi mano por la nuca, atrayéndola más a mí, mientras que la otra mano seguía acariciando su mejilla. Se separó de mí, mordiéndome el labio y llevándoselo a su vez. Nos quedamos pegados, apoyando mi frente en la suya.

-Todo acabará bien -le susurré.
-Espero que tengas razón –suspiró y se alejó de mí.

(POV Normal)

Subíamos las escaleras, Tom detrás de mí pisándome los talones a la vez que me indicaba como si no supiese donde estaba su habitación. Y por lo que había pasado antes… yo subía las escaleras porque mis piernas iban solas porque lo que es la cabeza todavía seguían en aquel beso.

Me quedé parada en mitad del pasillo mientras que Tom abría la puerta. Hasta ese momento no iba a entrar en su cuarto y estaba ansiosa por saber cómo era. De qué color sería, qué poster o fotos tendría, pero esa habitación ya me sonaba. << ¡Bien Tom, este no es tu cuarto! >>, pensé. Sí, era el cuarto de Carrie.

Me quedé mirándolo mientras que recogía todo lo que había encima de la cama. Esa noche necesitaba a unos brazos que me abrazasen, alguien que me dijese que todo iba a estar bien. Se dio la vuelta y yo me quedé con la boca abierta para decir algo pero sin llegar a escupirlo.

Entré en el cuarto y me senté en la cama. Otra vez esos temblores por culpa a los relámpagos. Pensaréis que era una tontería pero me recordaba mucho y era solo cerrar los ojos y un cumulo de imágenes y malas sensaciones llegaban a mi mente.

Miraba al suelo y la parte del colchón que tenía al lado se hundió. Sus brazos me rodearon por enésima vez en un día y nunca me cansaría de que lo hiciese.

-Deberías descansar –me dijo, levantándose de su sitio y plantando un beso en mis labios antes de irme.

Me quedé observando por un rato, esperando a que se diese cuenta por si solo de que realmente le necesitaba esa noche conmigo, y como era lógico no se enteró, dudo que pudiese leer el pensamiento.

-Tom – dije antes de que saliese por aquella puerta –Por favor, no me dejes sola, no esta noche.

Le faltó tiempo para estar junto a mí, tumbado en la cama. Uno de sus brazos reposaba sobre mi estomago mientras hacía pequeños círculos. No conseguía dormir y por sus movimientos, él tampoco.

Giré mi cara y en frente tenía la suya, con los ojos cerrados respirando con tranquilidad. Al notar mi mirada, abrió los ojos y me miró fijamente. No pude sostener su mirada y acabé cerrando los ojos.
Su respiración se acercó y ahí comenzó mi perdición, no podría pararle si quisiera. Sus besos eran más fogosos y yo intentaba seguirle, pero ahí estaba el miedo presente para fastidiarme el momento.

Me quitó la chaqueta del chándal que me había dejado para que no pasara frio a parte del pijama. Debajo la camiseta del pijama era de manga corta. Se separó de mí y me observo con detenimiento. Cada vez le tenía más encima de mí.

Comenzó a besarme aquellas zonas que habían quedado marcadas por la fuerza de mi padre, esos moratones que me dolían con un simple roce y así salió de mi boca un quejido.

-¿Te duelen? –me preguntó con el semblante entristecido y yo le contesté asintiendo con la cabeza.

Volvió a mi boca, bajó por mi cuello y yo cometí el error de cerrar los ojos. La imagen de mi padre encima de mí, abusando de mí y obligándome se apareció en mi visión. El pánico me empezó a invadir y mi cuerpo ya era presa de él. Empecé a dar patadas y a moverme como pude debajo de mi padre para que me dejara. Todo se estaba repitiendo.

-Por favor, papá, déjame –grité.

Esas manos que antes me sujetaban habían pasado a ser una caricia en mi rostro y una voz calmada pero con un pequeño tono de histeria intentaba calmarme.

-Shh, tranquila Lucía, soy yo. No pasa nada. –me decía Tom.

Entonces abrí los ojos y vi su cara, la de Tom. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué había visto esas imágenes? Las lágrimas inundaron mis mejillas.

Tom se limitó a abrazarme bajo las sábanas mientras me decía cosas para que me calmase y consiguiese conciliar el sueño. Y así fue, pocos segundos después ya había caído en los brazos de Morfeo.


PD: Me ha hecho mucha ilusioón el ver que me leen desde fuera de España (creo que de Puerto Rico) GRACIAS POR LEER A TODAS!! OS LOVEEEEEE <3
PD2: Si quereis que os avise solo teneis que decirlo =)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Capítulo 14: Los avatares de la vida... nos llevan por caminos insospechados

¿Hola? ¿sigue alguien leyendo esto? Creo que no....
Bueno la frase del cápitulo es propiedad de @Gemma_noworries que si no lo digo me pega T.T y a partir de ahora intentare al menos subir cada semana pero no prometo nada...
Lo dicho, a leer!!


Me quedé durante unos segundos petrificada en el marco de la puerta. No es que me gustasen esas vistas, pero algo dentro de mí quería interrumpirles y hacer notar mi presencia. Aunque mi parte racional, o no sé muy bien si ese impulso venía de otro lado, quería salir corriendo, y rápido.

Así lo hice, salí al hall donde tenía mi abrigo y me pasé por el comedor para avisar de que me iba.

-Me ha llamado mi…mi- si no podía ni pensar en él, más me costaba hablar de mi padre.- Me tengo que ir.
-Pero si no tienes móvil- y tenía razón pero yo ya me iba hacia la puerta.
-Es urgente. Tengo que irme a casa.

Antes de salir por la puerta, vi por el rabillo del ojo como salían de la cocina. Tom con paso apresurado y Ashley siguiéndole con una risa de estúpida que no podía ni con ella.

-¿Ha dicho que se va a casa? –Parecía preocupado –No puede… -no escuché nada más de lo que salió de su boca. Ya había cerrado la puerta tras de mí.

La pregunta que había hecho Tom me hizo pensar. ¿Cómo iba a ir a casa? Estaba claro que no me iba a casa, yo ya no tenía casa. Bueno, mejor dicho, sí que tenía casa, pero ya no la podía considerar hogar.

¿Y dónde iba a dormir y vivir? ¿Qué iba a comer? Realmente no tenía ni idea, no tenía ningún familiar que viviese en este país, todos estaban en España.

Comencé a caminar, ¿Sabéis esa sensación de que nada iba a ir bien a partir de ese momento y que por más que quisierais no podríais hacer nada para cambiar tu vida? Así me sentía yo. Sola e indefensa caminando por la calle, sin tener donde ir, caminando hacia cualquier lugar. Lagrimas que inundaban mis ojos sin llegar a caer, aire que revolvía mi pelo y me dificultaba la visión, pero yo seguía adelante aún sin tener un rumbo.

Las casas por las que pasaba eran todas iguales, monótonas. Ojalá y mi vida fuese así, sin nada que se saliese de lo normal, sin ninguna preocupación. Pero no era así.

Me agarraron de la mano, intentando hacerme girar sobre mí misma, pero no lo hice. Había estado escuchando como me llamaba a gritos desde que había salido de su casa y si no le había hecho caso en ese momento ¿por qué se lo iba a hacer minutos más tarde?

Me deshice de su mano de un tirón y seguí mi camino hacia ninguna parte. Seguía insistiendo en frenarme, pero cuanto más ímpetu le ponía él, con más fuerza me escabullía yo.

-¿Se puede saber por qué te vas así de mi casa?- me preguntó mientas se quedaba parado en la acera y yo le conseguía llevar un poco de ventaja.

No le contesté, ni pensaba hacerlo. Después de todo lo que me había dicho Carrie, sin yo quererlo me había hecho ilusiones. Con todas las reacciones que había tenido esa noche no era para menos.

-Lucía, ¿me puedes hacer caso? –ya se había puesto de nuevo a mi altura, cogiéndome de nuevo del brazo. -¿Qué ha pasado?

Silencio es lo único que obtuvo. Me paré en un paso de cebra para mirar hacia los lados y cuando fui a dar un paso, algo me lo impedía, es más, me echaba hacia atrás.

Me di cuenta de que Tom me tenía agarrada por la cintura, para que así no me pudiese escapar. Hacía fuerza en mi abdomen para que retrocediésemos y no estar en mitad de un cruce.

-Suéltame- le ordené a la vez que forcejeaba.
-No
-Por favor, suéltame –le dije con un tono suave, inexpresivo casi.
-No hasta que me cuentes qué ha pasado ahí dentro. –me ordeno.

Intenté de nuevo escabullirme, no quería hablar con él. Cada vez apretaba más para que no me fuese de su lado, como había hecho mi padre la noche anterior. Estaba consiguiendo hacerme daño, pero no físico. Me estaba haciendo recordar a mi padre. Sin querer, pero lo estaba consiguiendo.

Las lágrimas no tardaron en comenzar a caer y eso lo notó él también. Me soltó de repente, dándose cuenta de lo que había causado, pero no por ello se fue de mi lado. Se colocó en frente mía, poniendo sus manos en mis mejillas y con un reflejo de culpabilidad en sus ojos.

-Lo siento, lo siento… Dios-me agarró de la nuca e hizo que pusiese mi cara en su pecho- lo siento mucho, de veras que lo siento…- me acariciaba el pelo mientras que sentía sus labios en mi cabeza, dándome pequeños besos, intentando consolarme.

Siguió disculpándose hasta que al fin me calmé, aunque yo no le escuchase. Él solo tenía parte de la culpa pero no lo había hecho queriendo.

Me separé de él, me di la vuelta y comencé de nuevo a caminar. Ya no estaba enfadada con él -si es que realmente he llegado a estarlo, sólo estaba un poco molesta, y no celosa como me había dicho Carrie o eso es lo que pretendía hacerme creer a mi misma- pero seguía sin querer hablar con él, aunque ya estaba Tom para detenerme.

-Sé por lo que estas pasando, comprendo que no quieras hablar conmigo después de cómo nos hemos tratado pero…- me empezó a decir Tom mientras que me agarraba de las muñecas para que no me moviese de su lado.
-No Tom, no sabes por lo que estoy pasando, si lo supieses me dejarías ir- le dije mirándole a los ojos mientras que alguna que otra lágrima se me escapaba.
-Lucía, me lo contaste anoche- atrapó esas gotas saladas que caían lentamente.
-No te conté todo… -agaché la cabeza.
-Entonces cuéntamelo si quieres y después ya decido yo si debo dejarte ir.

Me miraba con una sonrisa perfecta en su cara y ese hoyuelo que tanto llamó mi atención en cuanto le vi en el video. Su mirada me transmitía tranquilidad, seguridad y confianza, que podía contar con él aunque no nos conociéramos mucho.

Me guió hasta un poyete que había al principio de un parque, donde nos sentamos. ¿Cómo se contaba que aparte de que tu padre te ha violado, tu madre te ha abandonado? ¿Lo sabéis? Yo tampoco. ¿Se hace una pequeña aclaración para que no suene tan horrible o lo sueltas sin más?

-Mi madre se fue de casa hace unas semanas – lo solté sin aclaración ni nada, tal y como había pasado.
-Pero estaba en un viaje de trabajo ¿no?
-Es eso lo que mi padre quiere que piensen, mi madre nos abandonó. Sin nota, sin aviso, NADA- dije que no volvería a llorar por ella y lo estaba consiguiendo, solo había rencor hacia ella, de momento –después de llamarla tantas veces, nos devolvió la llamada y nos lo dijo sin remordimiento.

Pasó su brazo por mis hombros y me cobijé en su pecho. Paseaba su mano de arriba abajo mi brazo, calmándome. Me sentía cómoda donde me tenía. Sus brazos eran como mi fortaleza y su corazón el cielo.

Sus latidos eran lentos, me relajaba… como si nuestros corazones tuviesen que ir al mismo compás.

-Lo peor no es que nos haya abandonado- dije separando mi cabeza de su pecho para poder mirarlo a esos ojos tranquilizadores.
-¿Qué puede ser peor que eso? – me preguntó sorprendido.
-Que me haya abandonado a mí sabiendo de lo que era capaz mi padre- ahí sí que me derrumbé y falté a mi promesa.

De nuevo me cobijó entre sus brazos, esto se estaba convirtiendo en costumbre. Me iba a empezar a acostumbrar a esos abrazos y no quería, porque cuando no los tuviese ¿qué iba a hacer?

Se acerco a mi oído y con voz suave me dijo:

-No voy a dejarte ir- y con esa simple frase me sacó una sonrisa.

Se levantó, arrastrándome con él. Se quedó mirándome un momento.

-¿Qué es lo que más te apetece hacer ahora?- esa pregunta me desconcertó un poco, hasta hace un momento estaba llorando en su hombro y ¿ahora me preguntaba eso? –No quiero que te quedes aquí lamentándote, necesitas distracción –¿Cómo podía tener una sonrisa tan bonita?

Había una cosa que quería hacer, la única cosa que conseguía que me evadiese de todo lo que sucedía a mi alrededor. Sólo le contesté con una sonrisa y ya estábamos corriendo hacia donde él me llevaba, arrastrándome cogida a su mano.

No sé que había visto en mi sonrisa, pero había acertado. En un principio no sabía a dónde me había llevado.

Era una tienda pequeña de instrumentos y por lo que vi, conocía bastante bien al propietario. Nos dejó pasar a la parte de atrás donde había un hermoso piano de cola. Cuando le pregunté por cómo había sabido de este lugar, me hizo una mueca de dolor, como si le doliese recordarlo y preferí no entrometerme.

Después de unas cuantas horas tocando sin parar, tocando juntos, por separado, muchas risas y unos cuantos abrazos para hacerme sentir bien, ya recogíamos nuestras cosas para irnos a casa.

Me entró el pánico de pensar en volver a casa. Fue una sensación muy extraña, porque de repente no sentía mis piernas, ya no había nada que me mantuviese con equilibrio en el suelo. Me caí hacia atrás, pero gracias a que estaña al lado de una silla, porque si no, no lo hubiese contado.

Tom llegó hasta mí preocupado, y no era para menos, ya le importase mucho, poco o nada, ver a una persona derrumbarse es para preocuparse.

-¿Qué pasa?
-No quiero ir a casa –dije lo más alto que pude, mirando a la nada.

Se quedó por un momento pensativo y después se puso de cuclillas en frente mía, cara a cara, escasos centímetros había entre nosotros.

-No te preocupes –levantó la mano para acariciarme la mejilla lentamente –te he dicho que no te voy a dejar ir y no lo voy a hacer.
-En algún sitio tendré que vivir…
-Y ya tienes sitio –me sonrió – cuando te he dicho que no te iba a dejar ir, lo decía muy en serio, y no te voy a dejar que te despegues de mi ni un centímetro –no iba totalmente en serio y su carcajada lo confirmó. Había conseguido que de mí saliese una sonrisa.
-Gracias, por todo –solo pude decir eso.

¿Y cuál fue su contestación? Algo que no me esperé hasta que me vino encima. Acortó las distancias y me besó. Un tierno beso, nada intenso ni fogoso, no necesitaba más. Eso era lo que necesitaba, una muestra de cariño, nada más.

Se separó de mí unos milímetros y sobre mis labios pronunció:

-De nada.


En estos momentos me acuerdo de mi amiga Cristina, aquella que tuve que dejar allí en España. Una vez me llegó un mensaje suyo que decía “Los avatares de la vida… nos llevan por caminos insospechado” y en su momento no supe sacarle significado. Pensé que quería decir que todo corre a cuenta del destino, pero es más que eso, todo tiene un por qué.

El destino quería que fuese a Londres por algo, y ahora no sé si agradecérselo o echárselo en cara. Solo sé que en su momento solo podía dar las gracias por haberme sacado de esa situación, porque no fue casualidad que Tom apareciese por mi camino.

Any coment?