domingo, 19 de junio de 2011

Introducción


Huir, era lo que sentía y necesitaba hacer en esos momentos. Olvidarme de lo sucedido, porque ahora si me sentía sola. No tenía a nadie a mi alrededor que pudiera consolarme, alejarme de las pesadillas de mi pasado, o de mi propio pasado. Me encontraba sola en este mundo. Todos a los que alguna vez había querido, me han abandonado dejándome a mi suerte, sin preocuparse ni un instante de lo que eso pudiese conllevar.

Y ahora estoy aquí, sentada en una estación de autobuses esperando a que aparezca un rastro de luz, que me de esperanza para seguir con mi vida y no acabar con ella. Que me lleve lejos de esta agonía y me lleve a algún lugar donde por fin pueda ser feliz, porque a pesar de los errores que he cometido a lo largo de mi corta vida, me merezco ser feliz.

Las lágrimas no cesan de caer por mis mejillas y tampoco hago nada para evitarlo. Y todo por haberle perdido. No solo le había perdido como novio, sino como mejor amigo, hermano… le había perdido a él, que en tan poco tiempo había conseguido hacerse un huequecito en mi corazón y lo había sido todo para mi.

Me es difícil acordarme de todos eso momentos que estuvimos juntos, porque duele, y mucho. Él había cambiado mi vida en todos los sentidos, me saco de aquel agujero negro en el que me encontraba a mis 17 años de edad, y que ahora que él no estaba a mi lado… había vuelto a caer.

Me llamo Lucía Andrade y os voy a contar mi historia, como de tenerlo todo pase a no tener nada y como por suerte o por desgracia he llegado hasta aquí.

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